Sicario o la actuación de Benicio del Toro que se repite y se repite

Cine caribe

Benicio del Toro es nuestro artista de cine más importante. Es ganador de un Oscar, por su gestión de actor de reparto en la película Traffic (Dir. Steven Soderbergh, EE. UU. 2000). Luego de esa actuación, la cual le valió todo nuestro reconocimiento, uno tiene la imagen de que Benicio del Toro se ha quedado petrificado en el rol de “Sicario”. Es decir, y según su última actuación fílmica conocida en Puerto Rico, Sicario (Denis Villeneuve, EE. UU., 2015), Benicio del Toro vuelve a transitar como actor en papeles donde ya lo hemos visto en Traffic (2000) o, más recientemente, en Escobar (Dir. Andrea Di Stefano, EE. UU., 2014). O sea, el hombre, bueno o malo, que actúa fuera de los márgenes de la ley.

Realmente hablando Sicario es una película más, desde una mirada canadiense al tema de las drogas y los problemas de corrupción y abuso de poder, que se generan en la frontera EE. UU.-México. Es sin lugar a dudas un cuento terrible. Ahora bien, lo más terrible es volver a ver a Benicio del Toro en el mismo personaje, y pensar que su agente artístico, o las casas productoras que lo buscan, o las casas distribuidoras, se han quedado pegadas en lo que aparentemente es el personaje perfecto para él: un sicario.

Por otro lado, la película versa sobre un tema ya trillado: los mexicanos producen drogas para exportación que se consumen en EE. UU. Luego, están las fuerzas de seguridad de EE. UU. en “guerra” contra el narcotráfico. Dicho esto, las fuerzas de seguridad de EE. UU. se dividen entre los buenos funcionarios públicos y los buenos funcionarios públicos que están dispuesto a violar la ley. Al final, los que son buenos, pero están dispuesto a violentar la ley, transforman la cultura de los demás, y estos a fin de cuentas se ven sometidos. Pero lo importante, en la lógica de la película, es que se ha controlado el narcotráfico.

Lo más interesante de la película es su director, quien siendo canadiense francés le imparte una mirada alternativa al problema. Pero dicho esto, la película raya en varios problemas de guión, de inconsistencias y, sobre todo, de “cabos sueltos”. Por tratarse de un tema muy trillado, uno hubiese esperado una resolución final más interesante.

En fin, vaya a verla para afirmar que Benicio del Toro sigue siendo nuestro mejor actor en Hollywood y, sobre todo, uno de los mejores actores dramáticos.

Lo importante es que no se quede ahí. Su próxima película que sea cómica o de payasos. Benicio, tómate un receso de tanto drama. Adelante con tu carrera.