30 de octubre y la Segunda Declaración de la República

Caribe Imaginado

La colonia es un trauma que tenemos que ir superando los puertorriqueños. Para eso nada mejor que ponerse a régimen de orgullo patrio reforzado con buenas dosis de verdad. La mentira sale demasiado cara. Es tiempo muerto, desperdicio de oportunidades, estancamiento, descomposición social. Con el capital que los medios de comunicación locales, dirigidos desde afuera, derrochan en los tres platos de mentiras que nos sirven a diario en cualquier momento podríamos agenciarnos un País de Justicia y Equidad.

Afortunadamente son tiempos de cambio. El mundo anda revuelto. No hay manera de vivir de espaldas a la realidad. ¿Y si acaso el remedio llega tarde? Nunca lo sabremos si primero no lo intentamos. Antes habrá que llegar al puente para cruzarlo. Lo peor del crimen sigue siendo su encubrimiento. Como decir que un siniestro Dr. Rhodes escapa después de dejar agonizante a la Madre Tierra infectada de células cancerosas, protegido por los servicios de inteligencia de una superpotencia armada hasta sus dientes de caníbal nuclear.

Pasemos la página de los cobardes entonces, que siempre cuentan las cosas al revés para asegurarse las nalgas en la silla de la gobernación. Misión Imposible nació en Puerto Rico. La dificultad es para nosotros fuente de inspiración.

Contrario a lo que se ha querido dar a entender por la oficialidad nuestro pueblo conserva en su memoria como una joya preciosa el recuerdo del heroísmo de Don Pedro Albizu Campos y las luchas reivindicatorias del Partido Nacionalista de Puerto Rico.

Hace apenas dos años, como parte de un proyecto cultural, yo entrevistaba en el centro de la Isla a personas que eran niños en 1950. Gente humilde. Libros abiertos desamordazados esperando a ser escuchados. Tengo muy presente a Misael. Lo encontré vendiendo chinas a la entrada del pueblo de Jayuya. No puso reparo en que lo grabara en video. Se transportó en un parpadeo a la época en que Albizu residía en la casa de Blanca Canales. Me contó del trato amable de Don Pedro. Tan pronto lo veían llegar los niños iban corriendo en bonche a donde él que se preocupaba de conocerlos por el nombre y saber de sus estudios y correrías y encima de todo les regalaba dulces.

También Ernesto Dávila Marín, de Coabey, me habló del ambiente de persecución alrededor de la finca Canales. Me llevó a donde se posteaban los agentes encubiertos y me dio testimonio de admiración hacia su tío, el héroe nacional Heriberto Marín Torres que junto a Doña Blanca Canales y un grupo de jóvenes valerosos izaron la bandera de nuestra Patria (considere que la mera posesión de la bandera ya era un acto ilegal) y proclamaron por segunda vez en nuestra historia la República de Puerto Rico un 30 de octubre de 1950.  Y resulta ser que el amigo Ernesto o Cobí, como se le conoce cariñosamente, acaba de Inaugurar, en el 65 aniversario de aquellos acontecimientos, el MUSEO DE NUESTROS MÁRTIRES en una propiedad al pie de los Tres Picachos que le compró nada más y nada menos que a Benigno Soto, jefe de la Secreta, uno de los principales perseguidores de Don Pedro y de todos los nacionalistas. Misión Imposible nace aquí como les dije, no es cuento.

Estas dos memorias tienen un remate feliz muy a pesar del dolor al que están ligadas. También queda el lado amargo que nos desfigura como pueblo. La mentira impuesta como catecismo de los vencedores.

En Utuado me encontré a otro buen puertorriqueño que recordaba haber visto los aviones militares sobrevolando el pueblo por aquellos días. Su padre era albañil y estaba en la calle cuando empezaron los tiros. Dice que se salvó de milagro. Le pregunté sobre la intervención de las fuerzas gubernamentales. Fue enfático al decir que no se cometieron abusos contra los combatientes nacionalistas, que los arrestos se condujeron en perfecto orden y que no hubo fusilamientos por la espalda en la calle Washington. Claro que la historia desmentiría esta última parte de su testimonio. Pero, vaya usted a saber las veces que la madre tuvo que calmar el espanto de una pesadilla pasándole la mano por sus cabellos, asegurándole que todo estaba bien porque habían triunfado los buenos.

¡Qué viva Puerto Rico libre!

Crédito foto: Gabo Martz