Cuarenta años de poesía nuyorican

Caribe Hoy

The experience of Puerto Ricans on the streets of New York

has caused a new language to grow:  Nuyorican.

Miguel Algarín

La metadona está cabrona.

Miguel Piñero

Antes que termine el 2015, año dramático para Puerto Rico, es preciso reparar en algo que, hasta donde sé, ha pasado desapercibido en el radar de lo boricua; a saber, el aniversario de Nuyorican Poetry: An Anthology of Puerto Rican Words and Feelings (1975).

Sí, se cumplen cuarenta años de la antología nuyorican, según la armaron sus editores, Miguel Algarín y Miguel Piñero, junto con el fotógrafo, Gil Méndez, cuya presencia hoy en la biblioteca no podemos sino celebrar, pues el libro nos permite volver a aquella época épica para sentir la turbulencia colectiva e individual —¡el tono nuyorican!— en la forja de una nueva identidad cultural.

Releer la antología cuatro décadas después de su publicación provoca varios sentimientos. Por ejemplo, del bravísimo ensayo introductorio escrito por Algarín, sorprende sobremanera la poca difusión que ha tenido el neologismo acuñado por él, “dúsmico,” para cartografiar una de las tres dimensiones de la poesía nuyorican: la bandida, la evolutiva y la dúsmica. ¿Por qué no prendió un concepto tan pegajoso como ese?

Como poesía dúsmica, la nuyorican se vale en muchos casos del amor para transformar las energías negativas que recibe de la sociedad dominante, en fuerzas positivas. Lo dúsmico, como en el poemario emblemático de Víctor Hernández Cruz, Snaps (1969), transmuta lo feo y lo malo en energía constructiva.

Pero también sorprende de la introducción esto: que, al subrayar la dimensión lingüística, Algarín se refiriera al lenguaje de los poetas como nuyorican, en vez de spanglish, término suficientemente popularizado hoy que, sin embargo, diluye la especificidad. De ahí que Algarín insista en que el poeta nuyorican escribe en nuyorican, un lenguaje nuevo en el que los “nombres” actúan como “verbos.” Lenguaje que apalabra una realidad nueva.

Más allá de la introducción sui generis de Algarín, por la que siempre estaremos agradecidos, sorprende la cantidad de poetas incluidos —la mayoría— que desaparecieron del mapa literario tras la publicación de la antología. Sobre todo, el silencio de Jorge López, el más joven de los poetas nuyoricans, perturba: ¿qué pasó con aquel vate de 9 años, “Los ratones venden las drogas,” que veía al poeta que era entonces como antídoto de ese mundo drogado, “georgie lopez va a ser el DDT contra / los ratones”? ¿Adónde fueron a parar aquellos poetas nuyoricans: Archie Martínez, Martita Morales, Lucky CienFuegos, T. C. García, Ángel Berrocales, Américo Casiano, Shorty Bon Bon, Dadi Piñero, Bimbo, Carlos Conde, Amina Muñoz, Luz Rodríguez e Isidro García?

De los veinte poetas incluidos, seis sobrevivieron la publicación de la antología: Pedro Pietri, José Ángel Figueroa, Miguel Algarín, Miguel Piñero, Sandra María Estévez y Jesús Papoleto Meléndez. En 2012, este último, a quien le tocó ver morir a Pietri en el avión que regresaba de México a Nueva York en 2004, publica una compilación de sus poemas con un título que no podemos dejar de citar: Hey yo!, Yo soy! 40 Years of Nuyorican Street Poetry, A Bilingual Edition.

Pero, por supuesto, las sorpresas no terminan ahí. Al releer los comentarios introductorios de Algarín — ¿a quién no le asombra la centralidad de las madres, tanto en la introducción como en los poemas?—, uno no puede sino asombrarse ante el activismo comunitario de la época, llena de grupos, camarillas, organizaciones o pandillas dedicadas a la autodefensa de El Barrio y Loisaida.

Sobre todo, llama la atención que los Renigades Brothers y The Dynamites protagonicen la lucha cívica, al punto de fusionarse, The Dynamite Renigades, en vez de los Young Lords, con quienes uno, desde fuera, tiende a asociar esa época épica de la agencia nuyorican. Inevitablemente, la imagen de Miguel Piñero, en la película de León Ichaso, Piñero (2001), alimenta la sorpresa: Piñero es el personaje que lleva el chaleco de los Dynamites.

El momento para la gran sorpresa literaria no se hace esperar. Ojo: la Nuyorican Poetry deja fuera uno de los poemas más emblemáticos de la poesía nuyorican; poema representativo de lo que Juan Flores llamó los momentos de abandono y de encantamiento (con Puerto Rico): “Puerto Rican Obituary,” de Pedro Pietri. La ausencia del “Obituario puertorriqueño” parece hoy, desde la distancia, sur-real. ¿Qué pasó?

Acto seguido, estalla la gran sorpresa política de la antología: las críticas que los poetas nuyorican no se cansaron de hacerle a Wall Street, al capitalismo feroz que los empobrecía, que negaba educación, vivienda y cuidado médico a la comunidad, es hoy la crítica que un sector de la clase media, por ejemplo, Bernie Sanders, le hace al neoliberalismo us-americano. ¡Sorpresa!

Releer hoy la antología de Algarín y Piñero constata que la crítica nuyorican de entonces, tiene algo que decirle al Puerto Rico empobrecido de hoy, brutalizado por Wall Street; ¿no se parecen las actuales edificaciones abandonadas de la isla a los edificios decrépitos de aquel paisaje nuyorican setentero? ¿No se dan progresivamente cuenta los puertorriqueños en la isla de que, como decía Piñero en “The Book of Genesis According to Saint Miguelito,” el imperialismo que Dios le puso en las manos a Estados Unidos los está matando? Poesía dúsmica: ¡vida!