¡Ay, qué será de mi isla!

Caribe Hoy

Isla mía

Isla buena sin niñez de hoja verde
juguetona de espirales
sin escuelas de esclavina blanca
y sin costas arenadas
Isla fatiga de pensamientos
con sequías y silencios
grillitos y coquíes moribundo.

¡Ay, de mi isla que se vacía!
¡Ay, de mi isla en agonía!
¡Ay, de mi isla!
¡Ay!

Hace varios años atrás, y por causa de la corrupción en el partidismo político puertorriqueño, decidí unirme en voz de protesta a un nuevo partido.  Mis familiares, todos me consideraron tonta. Tonta porque ese partido no iba para ningún lado,  no tenía ideología; y, porque, por otro lado, por parte de madre, el otro partido era la panacea de la honradez pese a los rumores que ya se percolaban, y que yo conocía por testimonios radiales de gente decente que se salió de ese partido porque le querían doblar el brazo los verdaderos dirigentes del mismo, los que no daban  la cara y hacían las cosas a escondidas. En fin, que en todas las caminatas, la gente, en su mayoría, coincidía con nosotros de que un cambio era necesario para detener la debacle, pero a la hora de votar, surprise, votaron igual que siempre. Y en el próximo cuatrienio votaron igual. Recuerdo las encuestas que realizábamos para saber lo que más le preocupaba a la ciudadanía: la economía, la corrupción, la criminalidad, las carreteras, la emigración de los profesionales. Recuerdo la tensión de los más mayorcitos y su fidelidad a los mismos de siempre como algo digno de estudiarse, pues la adhesión a estos partidos era como un mal congénito del cual estaban muy orgullosos. “Mis padres votaban así y así mismo voto yo” o “Es que es lo único que hay y todavía tengo esperanza soy muñocista”. Bien, el velo se rompió. Se rompió bien, el velo. Velo bien se rompió. ¡Qué los ciegos, vean, ya! El desfile de corruptos rojos ha comenzado a acompañar al de los azules. Hay crujir de lamentos y lágrimas de idiotez corriendo por ahí como corre la gacela destinada al feroz y hambriento felino.

Si no es este el momento para cambiar la fórmula fracasada del bipartidismo en Puerto Rico, entonces, es probable que se pierda algo más que el dinero de las arcas del país. Es probable que se pierda más que espacios libres en las cárceles. Es probable que el pueblo acorralado tome como ejemplos a estos antihéroes de la corrupción y decidan emularlos en su entorno. (Perdonen, creo que esto ya está pasando). Es probable que aún más y más médicos como los endocrinólogos, los  urólogos y nuestros estudiantes dejen el país en estado fantasmal. Y quién, quién quiere vivir anhelando al que se ha ido porque le aterra no poder comer y no quiere acogerse a las ayudas del mantengo. Nadie.

Por estas razones de peso completo y contundente, si ganan los azules o los rojos, estamos destinados a la extinción social porque un país sin inteligencia, sin esperanza, sin vergüenza, es un país muerto al que solo sobreviven los viejos y los poetas.

Las otras opciones políticas no tendrán el espacio de los medios porque no tienen el dinero para pagarlos. No pretendo convencer a nadie de nada.  Mi voto siempre lo doy porque no quiero que alguien se haga pasar por mí y me robe la oportunidad de eliminar alimañas. Hay que pensar bien y ser valientes si vamos a votar diferente. Hay que tomar cartas en el asunto y no solo quejarse. Hay maneras de detener el robo de lo que nos pertenece como pueblo. Hay que cambiar el rumbo de Puerto Rico, solo requiere reconocer que el resultado de la misma ecuación nos hundirá más y más. ¡Ay, de mi isla si no reaccionamos a tiempo!

Crédito foto: Ricymar Photography (Than….., www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)