El triángulo vital del cerebro de Brams

Agenda Caribeña
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Fue un momento inexplicable.

Cuando Brams salía del vientre de su madre muerta, pero oxigenada para que él pudiera nacer, el médico que lo extrajo se quedó asombrado por lo alerta que estaban los ojos del niño, como mirándolo todo con ansiedad de discernimiento. No lloró, pero pareció protestar con gritos, por el frío, mientras lo evaluaba el pediatra. Su pequeño rostro viejo era el cuento del día: todas las enfermeras del hospital querían verlo. Se quedaría allí hasta tanto le hicieran más exámenes, ya que, sospechaban un funcionamiento atípico en el comportamiento del niño. En efecto, las pruebas cerebrales indicaron que se trataba de una anomalía novel con forma de triángulo membranoso sin aparente conexión con el resto de la masa encefálica, pero con un pulso propio. En la sala de infantes fue amamantado por una hermosa nodriza voluntaria del hospital. De ella escuchó las primeras palabras de bienvenida al mundo.

A los 12 días de nacido, del orfanato, llegó alguien a buscarlo. Sara W. y él habían generado un vínculo muy fuerte. Tanto que ella lloraba como los demás infantes de la sala y Brams balbuceaba palabras como si quisiera convencer a la persona que lo recogía de dejarlo con su nodriza. Brams sentía que crecía, genio de la ciencia, de otras vidas y del silencio. Para su suerte, el orfanato tenía muchos libros y artefactos pasados de moda que estimulaban su deseo de aprender a crecer para defenderse de los adultos, que por no entenderlo, lo regañaban y castigaban dejándolo encerrado en la antigua biblioteca lejos del contacto con otros niños. Allí aprendió a leer sin que nadie se diera cuenta. Leyó los libros de fantasía como un reto a la capacidad científica para crear instantes felices y los de ciencia ficción como el camino hacia el descubrimiento. Las soluciones estaban todas en su mente.

Sabía que podría producirlas, pero no mientras el cuerpo de niño lo encarcelara. Solo una idea comenzaba a llenar su mente. “¿Y si puedo crecer más rápido? Será sencillo, ya sé lo que necesito. Me pregunto si ella me amará cuando sea grande”. Se fingió enfermo. Tragó no se sabe qué cosa para que lo llevaran al hospital. Por allí se escurrió por entre los pasillos y se llevó de la farmacia los ingredientes para experimentar en un tipo de interrelación anti mitocondrial que llamó patercel. Ciencia que nada tenía que ver con las hormonas de crecimiento y que no afectaba la pituitaria, sino, más bien, que aceleraba la línea del tiempo del individuo. Así comenzaba a experimentar con plantas que alteraba para dárselas a los ratones bebé que capturaba. Y crecían, pero no al ritmo que él necesitaba para escapar de su prisión corporal de niño pequeño y menospreciado, y poder llegar a encontrarse con Sara.

Brams contaba cuatro años de edad cuando lo fue a ver una pareja que mostró interés en adoptarlo, pero no funcionó. El pequeño se había escapado dejando todo en la casa encendido simulando una casa embrujada. Estaba claro que no quería tener nada en su vida que lo alejara de su meta principal.

Un año más y perfeccionaría la fórmula de su crecimiento. Y Sara W. que llega al orfanato decidida a adoptarlo. ¡Cómo negarse a ella que lo amaba como él la amaba! El personal del orfanato comenzó a decirle que el niño no era bueno, que tenía problemas de aprendizaje severos, y que había otros niños más pequeños quienes eran mejores opciones.

Él comprendió que tendría que adelantar sus investigaciones y se encerró en su laboratorio escondido en la biblioteca. Ingirió las plantas alteradas con las patercélulas. Y comenzó a crecer. A sus nueve años sus huesos le dolían y tuvo que correr a los almacenes de comida del orfanato para saciar su hambre de cuatro años. Estaba descalzo y sus pies sangraban. Entonces, rompió todos los huevos en una palangana y metió sus pies y luego todo su cuerpo. Seguía comiendo y creciendo hasta que nada quedó en el almacén del orfanato. Tomó la ropa de trabajo del conserje y con el dolor de sus nuevos músculos de joven de 15 años salió en busca de donde hubiera más comida.

En el orfanato, notaron su ausencia. Lo buscaron por todas partes y, cuando se dirigieron al almacén, llamaron a la policía porque encontraron su sangre, pero no su cuerpo. Esa noche, se reportaron, en la ciudad, varios robos extraños (sin pistas ni sospechosos) de muchos almacenes de comida. Brams se hacía hombre en la línea temporal individual que había descubierto. Lo había logrado. Su crecimiento se detuvo a los 25 años y ya para entonces había conseguido donde vivir y un empleo como tutor de materias escolares. Ahora, se presentaría al orfanato en busca de empleo para obtener la dirección de Sara W. e ir a su encuentro.

¿Cómo le diría quien era él? Pero no fue necesario. El amor que ese primer cruce de miradas provocó en ambos destruyó todos los convencionalismos. Vivieron una vida dulce por algunos años. Ella quería tener un hijo de él pero uno de los crueles efectos secundarios de las patercélulas era la infertilidad. A los pocos años, Brams comenzaba a envejecer rápidamente. Buscó la manera de rensayar la fórmula, a sus 40 años, para crearle un antídoto: regresó al hospital haciéndose pasar por médico; tomó lo necesario de la farmacia; practicó con plantas, con ratones bebé, con cachorros; pero nada parecía detener el proceso en él. Entonces, pensó que su felicidad alejaba su creatividad. Y dejó a Sara W., pero era algo tarde ya, porque su mente también había envejecido. Angustiosamente convencido de su impotencia y con casi 99 años encima de su cuerpo, regresa donde su joven Sara, abre sus brazos y cae en su falda como un niño en busca de consuelo.

Sara W. abrazaba aún a Brams, diminuto y frío, cuando los médicos volvieron a la sala de infantes del hospital para analizar su pequeño cerebro único. El misterioso triángulo había explotado al momento de su muerte; y, ahora, formaba parte del todo cerebral del pequeño Brams.

Así, como se entrelazan las vidas en el vórtex de los encuentros y desencuentros, en los momentos de las sombras y del alumbramiento, Sara W. acompañó a Brams en la línea del tiempo individual sosteniéndolo en sus brazos como se sostiene la esperanza de un nati muerto.

Crédito foto: MILINTOC, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by-nd/2.0/)