Panama, los Emigrantes y la Frontera

Voces Emergentes

La pesadilla cotidiana para alcanzar un sueño prometido transita por una ruta longitudinal al Istmo de Panamá, primer punto del obligado enlace entre Sur y Norteamérica, senda que hicieron suya los emigrantes con la esperanza de arribar a la frontera de Estados Unidos.

Aquí confluyen caminantes desde la lejana África, envuelta en guerras intestinas que ponen en peligro permanente la vida de sus ciudadanos, hasta caribeños procedentes de la cercana isla de Cuba, cuyos nacionales son, en exclusiva, bienvenidos en el destino final, siempre que lleguen ilegales.

La propia "puerta" de entrada a Panamá los distancia: tras largas y penosas caminatas por dentro de la selva del Darién, donde acechan peligros naturales, hambre, sed y desorientación en una jungla desconocida, los africanos escapan de los controles colombianos para "milagrosamente" llegar al Istmo.

En otro derrotero no exento de múltiples "peligros humanos", transitan Colombia bajo la presión de autoridades corruptas a quienes deben pagar para continuar viaje, so pena de detención, aunque tengan un salvoconducto emitido por el sistema migratorio.

Maltratos, estafas, precios por las nubes en servicios simples y alimentos comunes, son algunos testimonios de quienes ven en la paradisíaca playa caribeña de La Miel, en Panamá, el fin de su martirio, o al menos un oasis en la ruta emprendida, "que nunca más volverían a desandar", aseguran.

Los "coyotes", como despectivamente llaman a los traficantes de personas, esquilman los bolsillos de los caminantes, o a su distante familia, en un intercambio medieval: "la bolsa o la vida".

Mientras, conocedores del terreno que pisan, los "improvisados guías" logran evadir o sobornar a policías y soldados, para conseguir el cruce de sus "clientes".

Cálculos de los viajeros fijan entre siete y 10 mil dólares el costo de la travesía desde Cuba por vía aérea, y la trayectoria por tierra y mar de casi ocho mil kilómetros a través de nueve países desde Ecuador hasta Estados Unidos.

Un paralelismo con la situación de africanos y asiáticos, sin casi ninguna cobertura mediática hasta ahora, muestra a unos aterrados migrantes, quienes en lenguas ininteligibles y señas, logran contar que huyen de una muerte segura por las confrontaciones tribales y las guerras de poderes.

Prensa Latina constató hace algunos meses en el centro de retención de los mismos, en Metetí, capital de la oriental provincia de Darién, que tales personas refieren huir también de la pobreza extrema que azota a sus naciones, lo que se muestra en sus raídas ropas y en el aspecto desnutrido de la mayoría.

Abraham Sarr, un senegalés de 18 años, en un balbuceo de español e inglés contó que salió por avión a Ecuador, en julio pasado, huyendo de la guerra y debió enfrentar los peligros naturales de la selva, donde solo tenía agua para sobrevivir.

Todos desandan en busca de alguna esperanza de vida y el riesgo no cesará cuando lleguen a Estados Unidos, destino donde deberán agenciárselas para entrar y permanecer como ilegales, porque allí no gozan de privilegios migratorios como los cubanos.

BATALLA PÍRRICA

Entre los argumentos de los viajeros cubanos para arriesgar la vida en el largo y costoso recorrido, afloran superfluas aspiraciones materiales, quizás lícitas, pero a un costo muy alto de sacrificios personales y familiares, al lanzarse a lo desconocido con el "sueño americano" como meta.

Atrás dejan propiedades y seguridades materiales con las cuales sueñan la mayoría de los panameños, quienes no comprenden las motivaciones de estos grupos para optar por tamaño riesgo.

Vendí la casa, algunos efectos electrodomésticos y muebles que tenía para costear el viaje, dijo a Prensa Latina un joven migrante cubano, quien se identificó como Joel, y aseguró que no tiene familia en Estados Unidos, pero espera apoyo de amigos y autoridades de ese país.

Como todos, salió legalmente de Cuba, adonde pueden regresar cuando deseen, y estuvo algunos días en Ecuador, mientras hacía contacto con la red de traficantes de personas que los llevarían a través de Colombia.

Ellos aspiran a Ley de Ajuste Cubano y a la política de "pies secos, pies mojados" en Estados Unidos, permiso de trabajo y la promesa de residencia al transcurrir un año y un día. Sin embargo, no les otorgan el permiso de entrada por "posible emigrante".

Por su parte, Alejandro describió a Prensa Latina a Levandosky, uno de los cabecillas de los coyotes colombianos, como un negro de aspecto temerario, alto, flaco, lleno de cicatrices y tatuajes, con una organización de taxis, hoteles de seguridad, vigías de ruta, policías y autoridades migratorias sobornadas.

Algunos no han tenido la suerte nuestra de que no nos sucedió nada, pues a otros, a la fuerza, les quitaron su dinero y hasta la vida tuvieron en riesgo; porque "esa gente es mala de verdad", agregó.

UNA CRISIS IMPORTADA

Cuando esto no era problema, porque todo estaba al amparo de las redes del tráfico internacional de personas, las autoridades voltearon su cabeza para el otro lado, para no ver la realidad, aseguró recientemente el canciller costarricense Manuel González, cuando la crisis del pasado año se hizo presente.

El detonante fue cuando el país centroamericano actuó contra una banda de "coyotes" y salió a flote el flujo migratorio irregular que desandaba entre fronteras sin mayores contratiempos.

Para analistas resulta sospechoso que se actúe contra los delincuentes precisamente en momentos de arribazón de emigrantes, lo que dejó en manos del gobierno de Costa Rica un problema compartido por las autoridades gubernamentales de la ruta