Fragilidades: envejecer con dignidad

Caribe Imaginado

Durante las fiestas navideñas conversé con una mujer de ochenta y cinco años. Acababa de llegar de varias fiestas por la Isla. Me habló de lo mucho que había disfrutado, pero con algo de asombro me comentó “no sé qué le pasa a los más jóvenes, se nos acercan y nos hablan a los viejos como si fuéramos tontos”.

Tuve también otro encuentro navideño con la vejez, la enfermedad y los servicios médicos. Esta anciana de noventa años con sus plenas facultades mentales fue hospitalizada, tenía un fallo en el corazón. La actitud del médico que le asignaron fue un tanto desconcertante, “declarémosla elegible para un hospicio y esperemos a ver cuánto dura”. Y eso que era un hospital privado. Por ser anciana se intentaba hacer lo mínimo para mejorar su salud. De que vale mucho tratamiento si ya ha vivido mucho, parecía ser la premisa inarticulada.

Lo cierto es que la población de Puerto Rico cada día está compuesta por más personas de edad avanzada que de jóvenes. Y son pocas las personas que están preparadas física, mental, emocional y económicamente, para atender esta creciente población de personas de edad avanzada con la dignidad que se merecen, particularmente durante momentos de crisis como lo es una enfermedad.

El cuidado necesario para las personas de edad avanzada, particularmente cuando ya los cuerpos físicos no son tan ágiles, requiere esfuerzo y compromiso. Requiere compasión, amor, respeto y dedicación hacia nuestros mayores. Requiere mirarlos más allá de un cuerpo frágil, que los sigamos viendo como las personas que son.

En el proceso de envejecer con gracia, a veces se adoptan rutinas para dilatar la llegada de la vejez. Ejercicios, cremas para estirar las arrugas, cirujanos, crucigramas, sudoku y muchas otras. Hoy la población es más longeva y la vejez se nos prolonga. Ahora se piensa que los cuarenta son los nuevos treinta, los cincuenta los nuevos cuarenta y así sucesivamente.

Cuando somos jóvenes, tenemos una prisa inexplicable por crecer y ser grandes. Sin embargo, cuando ya somos grandes añoramos los años de juventud. El proceso de crecer y envejecer con dignidad es uno complejo. No empece, a la fragilidad de nuestros cuerpos, regularmente la mente permanece más ágil y no reconoce esa vejez que ocupa el cuerpo físico.

Estamos obligados a evaluar nuestras actitudes y acercamientos hacia la tercera edad. Puerto Rico tiene muchos baby boomers. Somos muchos los que con fortuna viviremos más que nuestros abuelos. La regla de oro que me inculcó mi madre de ochenta años es “no le hagas a nadie lo que tú no quieres que te hagan”. Es decir, tengo que comportarme con los otros como yo quiero que se comporten conmigo.

Entonces, si queremos envejecer con gracia, los jóvenes y los que ya vamos adquiriendo tonalidades de gris en nuestros cabellos debemos mirar y tratar con una luz distinta a las personas de edad avanzados y nuestros ancianos. Un día, más pronto de lo que pensamos, ocuparemos sus sillones. No llegar a vivir y disfrutar de una larga vida, es morir demasiado temprano. La vida es frágil, pero no hay razón para vivirla sin dignidad.