Una vez, entre las mariposas que viven en el Yunque, se organizó una fiesta. Querían celebrar el cambio de Gina, por haber salido de su crisálida y desarrollar sus alitas.
Ester y Cindy, que eran mariposas también, pero más viejitas, le habían preparado un pastel de hojas que estaba divino. Gina las quería mucho.
Luego de cantar con gozo y comerse el pastel, todos se concentraron en los hermosos colores de las alas de Gina. Eran amarillas y verdes fluorescentes con bordes negros y destellos dorados. ¡Demasiado fascinantes! Como ya estaba creciendo, Gina debía usarlas. En el intento de volar por primera vez, tuvo mucho miedo y no pudo hacerlo varias veces. Ester y Cindy se reían de ella, haciéndola sentir mal.
Todas las demás mariposas comenzaron a reírse también poco a poco. De momento, Sergio, uno de los guardianes de las mariposas gritó: "¡Silencio! No olviden que ustedes también fueron orugas."
Luego del grito de Sergio, las mariposas ayudaron a Gina y Ester y Cindy aprendieron una gran lección.