Tres micro cuentos

Caribe Imaginado
La apreté contra mi pecho como si hubiera sido pan de oro. No volví a escuchar aquella voz que olía a Agua de Maravilla. -o-
Era casi de noche cuando mi padre me llamó. Yo estaba debajo de la casa; mirándolo por una hendija del piso de tablas. Tenía una correa en las manos. Le sudaba la frente y en sus ojos azules le leí la maldición de la sangre. -o- No me gustan los juegos de manos. Se lo dije mirándole la gorra de pelotero. La tenía de lado, de medio sosquín diría mi madre. Cuando intentó cogerme los güevos le abrí, de par en par, las cortinas de la azotea.