La farsa de la democracia en Puerto Rico

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En la historia expansionista de los imperios, ha sido una práctica común el valerse de determinados individuos de los mismos pueblos conquistados para ponerlos a gobernar a su nombre. Es beneficioso para la potencia invasora encubrir su poder detrás de una quinta columna y hacerle creer al pueblo conquistado que quienes lo gobiernan son sus propios congéneres nacionales. Todos hemos oído hablar de los Herodes durante el imperio romano y cómo masacraban a su propia gente para complacer a Roma. También conocemos del régimen colaboracionista sanguinario de Vichy en la Francia ocupada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Retrotrayéndonos en los tiempos, ésta fue también una práctica generalizada por las cinco dinastías chinas y por los imperios europeos en África, Medio Oriente, Asia, América y en la misma Europa. Práctica o táctica imperial que sigue vigente en los tiempos presentes.

Está más que documentada la historia del intervencionismo de Estados Unidos en los asuntos internos de otros países. Son pocas las naciones, tal vez ninguna, que puedan afirmar que se han librado del mismo. Las agencias de inteligencia imperiales, embajadas, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial de Desarrollo, Organizaciones No Gubernamentales, la máquina propagandística del Pentágono, agencias internacionales de noticias, fuerzas especiales, contratistas militares se mueven sigilosamente envenenando mentes, engatusando a individuos, reclutando, conspirando, chantajeando, corrompiendo y asesinando para cambiar la voluntad política de los pueblos, llevar al poder a sus cuadros y aquellos otros elementos que le son más favorables.

Ante esta realidad, es iluso pensar que la democracia representativa, según la conocemos, pueda ser el sistema idóneo para garantizar y proteger la soberanía de los pueblos. Con el cúmulo de recursos económicos y de otra índole que dispone el imperio, los estados de democracia representativa son frágiles, por ende, los que mejor se prestan a sus políticas expansionistas de dominio mundial. Es de esperarse, puesto que las masas están acondicionadas por las mitologías religiosas a aceptar los conceptos por fe y a no cuestionar la autoridad, por lo que son volubles y, por consiguiente, manipulables. Gran número de países de democracias representativas, al no tener ningún escudo protector ante los vastos recursos económicos y el ejército de especialistas en propaganda que despliega el imperio para manipular los procesos electorales, se transforman en meros juguetes a su servicio. Los puertorriqueños no hemos estado inmunes a esa realidad. Vayamos a los orígenes de la “democracia representativa puertorriqueña y a su ‘sagrado’ sistema electoral.”

Estados Unidos invade a Puerto Rico el 25 de julio 1898 haciendo realidad sus viejas pretensiones de convertir a la isla en una plataforma carbonera extra continental para abastecer a su flota mercante, barcos de guerra y expandir su influencia geoestratégica sobre el Caribe, particularmente sobre el proyectado Canal de Panamá.

Desde agosto 1898 hasta junio 1900 impone sobre los puertorriqueños un gobierno militar bajo el cual, entre otras medidas, se disolvió el Gabinete Autonómico, se reclutaron maestros estadounidenses para imponer la americanización de los puertorriqueños, se decretaron leyes laborales, se devaluó un 40% el peso y se le dio entrada libre a la inversión estadounidense.

El 12 de abril 1900 se firmó la Ley Orgánica, Foraker, en la misma, se establecía un gobierno civil cuyos puestos políticos estarían ocupados, en su inmensa mayoría, por funcionarios estadounidenses. El Presidente de Estados Unidos elegía al gobernador civil y a la mayoría de los funcionarios.

La inteligencia imperial, conocedora de la fusión del liderato puertorriqueño con los intereses de los hacendados y el interés morboso de estos últimos por el mercado norteamericano, le tiró el anzuelo con la creación, bajo esta Ley Foraker, de la Cámara de Delegados. Se elegirían por un término de dos años sus 35 miembros por los electores capacitados*. El pueblo de Puerto Rico tendría cierta representación, pero ningún poder significativo. El liderato puertorriqueño más inclinado al exhibicionismo y a la mezquindad que a la responsabilidad cívica, corrió inmediatamente a formar partidos políticos y acomodarse bajo la sombra del invasor.  En vez de denunciar la farsa, con su traición, condenaron la independencia de Puerto Rico al largo letargo que subsiste hasta nuestros días.

“No satisfecho con la forma de gobierno civil concedida por la Ley Foraker, que usted conoce, lancé un manifiesto de protesta al pueblo de Puerto Rico, documento que fue publicado en muchos periódicos de la Isla y en el que aconsejaba a mis paisanos que no aceptaran esa ley y no fueran a recibir al gobernador nombrado por este gobierno.

Mi manifiesto fue leído a tiempo por los jefes de los Partidos Políticos y el pueblo entero (conservo sus cartas); pero, en lugar de seguir mis consejos hicieron todo lo contrario. Fueron a recibir al gobernador; Organizaron sus colegios electorales; Votaron el personal de su legislatura, y por esos actos se anexan nuestros compatriotas a los Estados Unidos, probablemente sin darse cuenta de lo que estaban haciendo.” (Doctor. Julio J. Henna, Carta a Ángel Rivero, Crónicas de la Guerra Hispanoamericana en Puerto Rico, Madrid, 1922, Apéndice 3, p. 578)

           Debemos señalar que desde mucho antes de la invasión, las agencias de inteligencia norteamericanas habían reclutado la quinta columna de zapadores que usarían para corroer los anhelos de libertad de nuestro pueblo; zapadores que esas mismas agencias, ocultando las ejecutorias entreguistas de los mismos, nos han hecho creer que son figuras honorables, dignas de pleitesía.

¿Cómo explicar la llegada en paracaídas de Santiago Iglesias Pantín a Puerto Rico dos años antes de la invasión y que tan pronto el régimen militar decreta las leyes laborales se lance a crear uniones y a afiliarlas a los sindicatos norteamericanos?

¿Cómo entender que un puertorriqueño negro que estudió en Estados Unidos en una época de extremo racismo, venga a hablarnos de la igualdad bajo la bandera americana y a promulgar vehementemente la americanización y estadidad para Puerto Rico; lo que implicaría la aniquilación de la nación puertorriqueña? Es imposible que José Celso Barbosa no sintiera el racismo en carne propia a menos que fuera ciego, un protegido (A su regreso a Puerto Rico 1980, el cónsul de EU en la Isla intercedió por él ante el gobernador colonial para que le reconocieran el título de una universidad americana y le permitieran ejercer la medicina.) o que sufriera del comportamiento “negacionista.” Este comportamiento es exhibido por individuos que eligen negar la realidad para evadir una verdad incómoda. Por ejemplo: el sentimiento de inferioridad que tuvo que sentir Barbosa como colonizado, su negritud, el maltrato por su color y origen étnico que padeció en EU (fue rechazado por su color por el Colegio de Ciencias Médicas y Cirujanos de la Universidad de Columbia.). Todas estas experiencias son de tanta carga emocional que pueden inducir con facilidad a la negación de la realidad. Sin lugar a duda, aunque no tomemos en cuenta lo antes dicho, Barbosa fue un cuadro muy importante para el imperio en el proceso de la americanización en Puerto Rico. Sería interesante estudiar de dónde salieron los fondos económicos para la creación y sostén del Partido Republicano Puertorriqueño dirigido por él.

¿Cómo interpretar, también, el idealismo libertario de José de Diego y su demagógico estribillo: “Dentro del régimen en contra del régimen? ¿Cómo podría estar en contra del régimen si recibía suculentos beneficios por su cargo público y como asesor y defensor de las centrales azucareras americanas en Puerto Rico? ¿Podría estar en contra del régimen cuando era parte y sostén del régimen?

           ¿Qué me dicen del autoproclamado republicano y luego independentista Matienzo Cintrón? Recibió con bombos y platillos con un banquete al general invasor Miles y a sus hombres. Organiza el banquete en honor al asesino de indios y luego como recompensa es nombrado por el mismo Miles presidente de la Audiencia de Ponce.

¿Cómo descifrar la demagogia, ambivalencia, reformismo y posiciones acomodaticias de un Luis Muñoz Rivera, primero durante el régimen español y luego durante el americano? “Si la misma providencia me concediera la ciudadanía celestial no la cambiaria por la puertorriqueña.” Luego sin ningún pudor promulga la paz americana mientras se beneficiaba de su cargo público.

Indudablemente, si estas figuras públicas no fueron reclutadas expresamente como zapadores en contra de la independencia de Puerto Rico, con sus posiciones ambivalentes, acomodaticias y reformistas, le sirvieron muy bien al régimen como adormideras de la rebeldía de nuestra conciencia nacional. Desde la aprobación de la Ley Foraker hasta nuestros días, sus herederos se han dedicado a servir de telón para esconder ante los ojos de nuestro pueblo la intervención norteamericana. Han sido cómplices de promover el sistema colonial al crear la ilusión de que la democracia es compatible con el coloniaje. Han sido ilusos , oportunistas y demagogos al hacerle creer al pueblo que tiene poder de decisión y que puede alcanzar la independencia y el pleno desarrollo a través de procesos eleccionarios amañados. Hemos visto que la democracia representativa y las elecciones son instrumentos del imperialismo para imponer sus políticas expansionistas de penetración y control, no herramientas para lograr la independencia de los pueblos. Negar esta realidad es seguir tirándole piedras a la luna y, en consecuencia, negarnos el derecho a ser libres.

           Con el estatus quo perpetuado por las elecciones, el coloniaje en nuestro pueblo se fortalece y la independencia agoniza. La única manera de revivirla es rompiendo con la farsa de la democracia representativa y su sistema eleccionario. Es por ello, que el Frente Anti Electoral (FAE) promueve la abstención electoral y la lucha en la calle como la forma más idónea para romper ese nudo gordiano que nos ha impuesto el imperio. La campaña anti electoral es de por sí descolonizadora, una vez entendida, revoluciona la conciencia. Es además una manera de aglutinar, educar y organizar a esa masa mayoritaria de nuestro pueblo que no concurre a las elecciones. El éxito del boicot electoral, por otro lado, es el salto cualitativo y cuantitativo necesario para encausar a nuestro pueblo a adoptar otros métodos de organización y de lucha; métodos que hagan añicos la indiferencia y el pesimismo y dirijan nuestras fuerzas a hacer realidad nuestros anhelos de libertad.

Estamos entrando a un nuevo paradigma de gobernanza mundial, de un mundo unipolar a un mundo multipolar, en el que el surgimiento de nuevas tecnologías, métodos de producción, de distribución, de sistemas organizativos y de empoderamiento de la población son del dominio de las potencias emergentes euroasiáticas en detrimento de las viejas potencias occidentales cuyas formas de organización, producción, tecnología, maquinaria y distribución están obsoletas. No hay manera de que el imperio pueda resistir por mucho tiempo ese embate, por lo que las malas condiciones económicas y políticas en Puerto Rico, como resultado de la decadencia e impotencia imperial, arrastrarán al pueblo a masivas protestas. Ante esta coyuntura, la denuncia de la inutilidad de la democracia representativa y las elecciones que le dan sostén y, en contra posición, la defensa y presentación de la democracia directa con nuevas formas de gobernanza, podría convertirse en el polo de convergencia de diversos sectores de nuestro pueblo.

El Frente Anti-electoral seguirá rompiendo esquemas con la certeza de que los ingenuos no podrán serlo por siempre. Algún día descubrirán que sólo han sido muñequitos de plastilina en los tentáculos imperiales; entonces dejaran de tirarle piedras a la luna y caminaran junto a nosotros al boicot electoral.

* Varones mayores de 21 años que supieran leer y escribir o que pagaran contribuciones al gobierno. (Una representación de un 13% aprox. de una población de 953,243. Concurrieron a las elecciones de 1900, 58,515,  un 6% aprox. de la población.)