Muerto al hoyo, vivo al retollo

Voces Emergentes



1. Un caso patético. La noche previa a su muerte, Alex me llamó para decirme que tenía el informe hecho. Le dije que mejor esperara a su muerte el día siguiente, que su mujer no era tan tonta como lo había sido él al retornar a La Habana de Moscú. No me hizo del todo caso. Si bien le puso la fecha del día de su muerte, lo envió efectivamente el 24 de septiembre de 2000. Cuando lo recibí, tuve que desaparecer el sobre y fingir que su informe viajó en valija diplomática desde México. Heberto, tan buen poeta, no se lo merecía: morir estando aún vivo. Y menos, siendo un asunto manejado por periodistas afines, tan afines a su legado. 

2. Yo manejaba otra información, al interior de mis deberes de funcionario del Estado cubano. Se trataba de dos personas distintas, una el poeta, otra el periodista. Como poeta era un gran escritor. Diría que también un grande entre los grandes poetas cubanos. Ahora, era otra personalidad como periodista, informante del propio régimen castrista para el cual siempre trabajó. De ahí la edición póstuma que se ha hecho de su obra completa en Casa de las Américas. Tan tontos no podemos ser. 

3. No estando el poeta por muerte natural, me tocó sustituir al periodista en su labor durante los primeros días después de muerto en Prensa Latina. Tenía instrucciones del propio Fidel de no dar información alguna de su muerte hasta que en efecto nos cercioráramos de lo informado por Alex. Era obvio que algo no cuadraba. Si el poeta se sabía habría de morir al día siguiente, cómo es que Alex ya lo sabía, cómo es que lo informaba a su superior en Cuba el día antes, por teléfono y por escrito. Pero esas cosas suelen pasar con más frecuencia de lo normal en el Caribe. Aquí nadie sabe guardar secretos. 

4. No va a durar más de cuatro años. Y en efecto, le pasó a Muñoz Marín y al propio Castro. En eso Alex siempre ha sido certero. La pegó así con la eliminación de la 936, y con la derrota del PPD tras la derrota de la estadidad en el plebiscito del 93. Hay situaciones que son predecibles. Una, que nacemos para morir. Otra, que un privilegio económico de los Estados Unidos dentro del ELA es incompatible con la estadidad. Y que su eliminación tendrá consecuencias desastrosas para la economía del ELA. Lo que no me parece predecible es que un periodista pueda tener la certeza de cuándo ha de morir uno de mis cuadros dentro de los Estados Unidos, a no ser que sea a su vez un infiltrado. 5. Cuando Alex me dijo que ya tenía el informe del Caso Padilla, yo llamé al mismo Heberto. Estaba dando clases, por lo que la secretaría del departamento para el que trabajaba como docente universitario tuvo que dejarle saber que yo lo había llamado al terminar la clase, esa misma tarde. Fue ya entrada la noche cuando recibí su llamada de vuelta. Hablamos, estaba de lo más bien. No estaba en condiciones de estar muerto, de modo alguno. Se sentía sin duda muy centrado en sus asuntos, los nuestros y su poesía. Dos días después, Alex me llamó de nuevo. Iba a dar una serie de conferencias sobre libertad de pensamiento y prensa invitado por el Departamento de Estado de Estados Unidos en Chile. No me tomó por sorpresa, claro. Muerto al hoyo, vivo al retollo.