El inicio

Creativo

La gran orca apareció en el Palacio Nacional, con su ejército subió las escalinatas del Congreso, el Palacio de Justicia y el Ministerio de las Fuerzas Armadas. Pronto, los demás peces demostraron su respaldo, los tiburones rodearon la orilla del mar impidiendo que salieran barcos, ballenas jorobadas y delfines aleteaban tan fuertes que derribaron los aviones de aquellos que intentaron escapar. Por último, nos enteramos de que un pulpo emergió de las profundidades y destruyó los principales puertos comerciales del país.

Estamos rodeados, los peces nos tienen atrapados. Familias como la mía avanzan por la Autopista Duarte. Esta es la tercera parada forzada de la noche. Los del PNH solicitan documentos que prueben nuestra mudanza. Mi madre levanta su abrigo, muestra sus pezones morados que cuelgan como un par de moluscos. Nuestro mundo tiembla de miedo. Los calderos y termos no tienen agua, mis piernas ya no tienen medias de toallas. Los pocos sobrevivientes avanzamos con la incertidumbre de que en casa otro es quien manda.

Durante el día, nos ocultamos de las orcas; avanza la noche hasta una hermita hecha con piedras y orina en las afueras de San Cristóbal. Todos en su interior caminamos como marionetas entre cuadros imaginarios que forman una red de personas que ven su bandera en la mesa de un restaurante, cuya cena principal son ojos de mulatos con acompañamientos de güira y acordeón.

El pueblo está rebanado en las neveras de los principales supermercados, donde los peces hacen sus compras. Estrenan la nueva tarjeta Siremás Oro y acumulan nuestros fidepuntos. De un carrito amarillo, un pequeño manatí llora, su madre le da un biberón con forma de feto.

Los programas de televisión están dominados por elegantes delfines y carpas que hablan de política, mientras que unas voluptuosas truchas sirven café a los comentaristas. «Las Fuerzas de Seguridad Orcas continúan con la persecución de dominicanos», dice un

comentarista. Una ballena especializada en geopolítica recomienda desde su programa dominical: «Debemos aplaudir la iniciativa de nuestras autoridades para combatir a los

Dominicanos, pues ellos desde siglos se han apropiado de nuestro territorio y es hora de que les demostremos quién manda aquí».

Un comercial inunda las redes con el rostro de una familia de gatos marinos, se ve en la avenida principal: «Por mi familia y la seguridad del país, fuera los usurpadores de Quisqueya».

Los videos en Instagram que denuncian las injusticias cometidas por los dominicanos rompen récords de seguidores a nivel mundial. El mundo desconoce la situación. Santo Domingo se hunde, con un nuevo sistema que se nos reveló. Por la convivencia y la tolerancia un pez y un niño se abrazan.

No hemos podido dormir por los gritos que vienen de las ciudades, las orcas están rebanando. Decidimos poblar nuevamente el camión que va rumbo al último puerto que existe. El de Manzanillo es propiedad de los peces y todo a nuestras espaldas. El ruido de las orcas congela los árboles, el camión avanza rápidamente por miedo a detenerse, el viento rojo toma la Cordillera Central. Mamá nos da un último abrazo al llegar a Manzanillo. Sostiene mi hermano en sus brazos, lo coloca en un viejo neumático esperando a que se salve, hacemos una pequeña balsa con madera, caña y tablones de chocolate. Nuestro objetivo es llegar a la isla vecina.

Flotamos con el pestañeo del Faro a Colón que de forma coqueta le dice al resto del continente «Bienvenidos a Santo Domingo», «Dominicana lo tiene todo». En realidad, ya no tenemos nada. La tranquilidad del mar nos embrujó, pues no nos percatamos de que ahora el mar es una prisión. Las pequeñas olas se llenaron de ojos con rapidez. De repente, una gran orca emergió de la espuma, devoró a mi hermano, mi madre no tuvo tiempo de gritar.

El combate desigual inició, mujeres y niños fueron empalados por los arpones de las orcas, al igual que a otras niñas me zambulló, las sigo asustada en el agua. El sol es lo único con lo que no pueden los peces. Debajo de los neumáticos que flotan, entre tablones de

chocolate, bultos de tabaco y plátano, nos vemos como granos de arroz que han llegado a la otra orilla, llenas de arena. Detrás de nosotras, al Faro a Colón se le borró la cruz.