El romance no existe

Creativo

No hay nada más bonito que estar enamorado. ¿Es lo que todos dicen, no? Que te regalen flores y prendas, te lleven de viaje o cenen en un restaurante junto, hagan un picnic bajo las estrellas o vean el atardecer en la playa, ese primer beso y Te amo es inigualable. Todos amamos el romance. Al menos, lo que nos han dicho por décadas que es romance. Estas imágenes pintadas de rosa nos han sido vendidas en las películas, libros, obras, pinturas y canciones. Es sin duda una hermosa imagen; aquella persona entre millones que al verte no dudaría en bajarte la luna. Pero la verdad es que es una caricatura del amor. Es un cartel plano sin sustancia ni emoción, una serie de gestos que se pueden hacer sin sentimiento e intimidad alguna. No es amor, y el romance no existe.

El romance, como cualquier otro concepto, es una construcción social. El romanticismo, movimiento que surgió en siglo 19 en las artes, exaltaba la naturaleza y la pasión de las emociones humanas, buscando acercarse a una verdad divina. Desde ese entonces, el romance ha pasado por un proceso de evolución de sus representaciones y significados hasta llegar al presente, manifestándose en la psique colectiva. Este proceso nos ha llevado a etiquetar ciertas expresiones como románticas, tomando en cuenta el contexto y sujetos para establecer el tipo de relación que se tiene entre ellos, olvidando que todo es arbitrario, y que ninguna expresión es inherentemente romántica o no. Pero esta significación de ciertos gestos como románticos ha hecho que las expectativas dentro de relaciones amorosas se distorsionen, creando problemas para las relaciones interpersonales de otra índole. La expectativa de que un hombre y una mujer no puedan ser mejores amigos sin en algún punto uno enamorarse es ridícula, pero la perspectiva romántica establece que ciertas relaciones de cercanía terminan en enamoramiento.

La verdad de este asunto es como sigue: ninguna expresión es inherentemente romántica a menos que los involucrados así lo establezcan. Como sociedad la presión para ser románticos nos ahoga y no nos permite fomentar lo que realmente importa, que es el amor que se tiene por el otro. Este amor no siempre se manifiesta en grandes gestos o en objetos materiales que se dañan y perecen. El amor se encuentra en momentos de intimidad y vulnerabilidad, es algo que no se puede comprar. El romance no es real, pero el amor sí.