Pedro Albizu Campos, ¡vive!

Historia
Han pasado 58 años pero recordamos aquel triste día como si hubiera sido hoy. La
muerte de Don Pedro Albizu Campos entristeció a todo Puerto Rico incluyendo a sus
adversarios. Como bien dijo el querido amigo César Andreu Iglesias, "Albizu era la
conciencia de Puerto Rico". Estas fueron sus palabras:

"Don Pedro Albizu Campos entró en la historia antes de morir. Ahora se inicia la
leyenda. Y es ésta, más que aquella, la que inmortaliza a los hombres. Sería iluso creer
que con su carne dolida termina la vida de Albizu. Más bien comienza. Su muerte
marca el fin de una época. Fue, sin duda, el último vástago de nuestros próceres del
siglo pasado. Sin ese eslabón, ¡quién sabe si hubiéramos perdido las raíces! Para
definir a Albizu, basta una palabra, Albizu fue la conciencia de Puerto Rico. Lo fue para
los que le siguieron. Lo fue todavía más para los muchos que lo negaron. En las
hondas crisis, una conciencia sola puede salvar a un pueblo.

A los puertorriqueños nos tocó en suerte contar con Albizu… ¿Qué hubiera sido de
nosotros de no haberlo tenido? Albizu aceptó su papel como destino inexorable. Nada
tan terrible como hacer de conciencia de un pueblo. Habló cuando había que
denunciar. Acusó cuando había que acusar. Y estuvo siempre presto a arrastrar las
consecuencias. Su acción no conoció de compromisos, de concesiones, de
rendimientos. Actuó como lo fue: una conciencia inapelable, absoluta. Ahí se originó la
incomprensión. Si Albizu hubiera hablado con menos ira. Si Albizu hubiera denunciado
con menos fuego. Si Albizu hubiera acusado con menos pasión… ¡Ah! Entonces, no
hubiera sido conciencia.

Se ha pretendido minimizar a Albizu diciendo que su pueblo rechazó sus palabras y
repudió sus actos. Pero eso es lógica de bachilleres. Muy poca importancia tiene que
fuera repudiado o rechazado en alguno que otro momento. Lo que da la medida de
Albizu es el impacto de sus palabras y de sus actos en la conciencia de todos los
puertorriqueños, en algún grado… ¡Eso será lo perdurable! Y esa, precisamente, es la
diferencia entre el apóstol y el político. El político está con todos, o pretende estar con
todos. El apóstol está solo con su conciencia. No es él quien está con otros, sino que
los otros están con él… ¡En la medida que sea y en el número que sea! Pero no son
todos los que están. Y lo que es más importante: no están todos los que son.

El escrutinio mayor es el que hace cada individuo, a solas con su conciencia… Por
sobre el voto formal está el voto callado del pueblo. Y como cada momento crítico
comprueba, en la hora undécima, pueblo y conciencia se entienden. Lo sienten así, aun
cuando no lo entienda, el puertorriqueño de piel más endurecida. Lo siente, en su fuero
interno, el que se adapta a las circunstancias para su propio provecho. Lo siente el
político que no ha perdido toda su dignidad. Lo siente el maestro, el abogado, el obrero,
el empleadillo público… Lo siente y lo saben, no por intuición sino por convicción, ricos
y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Y lo prueba el hecho de que en ningún
hombre desbordó este pueblo mayor admiración que en Albizu. Tenía que ser así, por
ser Albizu la conciencia de los puertorriqueños. Y a la conciencia se le reconoce y se le
oye, hasta cuando nos hacemos de la vista larga y de oídos sordos. Tratándose de la
conciencia de un pueblo, mal puede esperarse el triunfo de la persona que la encarna.
Su misión no es salvarse, sino salvarnos. En ese sacrifico propio está su victoria: el
triunfo final de la causa a la que Albizu dedicó la vida."