Puerto ante su propia decadencia

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La descomposición social que vive actualmente Puerto Rico se evidencia en la elevadísima incidencia de crímenes y delitos de todo tipo. Los recientes asesinatos de cuatro adolescentes, dos de ellas féminas de 13 y 16 años, y de un joven adulto han conmovido al país, como era de esperarse.

Aparte de los asesinatos de estas dos adolescentes por razones de la criminalidad callejera, existe el problema, además, de los feminicidios pasionales por machismos inveterados en la sociedad puertorriqueña y el incremento en el maltrato a la niñez, que en algunos casos ha llegado hasta la muerte de infantes, niños y niñas.

Se juntan en esta descomposición social factores divergentes, desde lo social, económico, educativo y familiar. En este último caso, la desintegración del núcleo familiar forma parte de aspectos globales, abarcadores, podría decirse, de la descomposición total de la sociedad.

Cuando la globalidad de la vivencia en sociedad se descompone a tal grado como lo acontecido en Puerto Rico, es imprescindible indagar en sus causas para encontrar la solución. Las especulaciones surgen desde los diferentes puntos de miras de quienes lo analizan. Surgen hasta las atribuciones a causas políticas por la situación colonial que atribula la vida nacional.

Sin duda, cuando se profundiza en el análisis, aparece el mal de una sociedad sin propósito existencial, que vive únicamente para el hedonismo del consumo de bienes materiales, sin más. Una vida consumista de bienes es esencialmente una vida sin propósito. Y cuando eso se convierte en un patrón que define la sociedad en general, entonces puede descubrirse una de las posibles causas de la descomposición social.

Es imposible no reconocer que el ser humano necesita un propósito de vida. Cuando ese propósito vivencial desaparece del colectivo, surge la sociedad sin propósito. Y la concomitancia de tal tipo de sociedad es la descomposición social. Esa descomposición comienza por el núcleo social de la familia y se extiende a todas las manifestaciones de una sociedad, sin descartarse el político, lo educativo, lo cultural, lo económico.

La persecución de propósitos altruistas en una sociedad determina la naturaleza cualitativa de la política nacional. Los propósitos de la sociedad orientan su política y las manifestaciones culturales e idiosincráticas que de ella emanan. Es un todo en el que todas sus partes se complementan.

Encontrar un propósito en la sociedad para la vivencia de los seres humanos que la integran tiene que convertirse en voluntad desiderativa inaplazable. No puede seguirse pateando la lata del problema que tenemos a nuestros pies. Tenemos que doblarnos a recoger la lata y despejar nuestro camino de los problemas que hemos convertido en desechos sociales y con los cuales nos topamos constantemente.

No podemos seguir yendo por las ramas para encontrar la raíz del problema social de Puerto Rico. Podando las ramas no se cura la enfermedad del árbol. El problema está en sus raíces. Y lo que nutre esas raíces son los propósitos de vida; las razones que dar sentido a la vida.

Una juventud que no encuentra un propósito a sus vidas, es una juventud inmersa en el consumo de drogas y en la criminalidad. Si la única razón de sus vidas es el hedonismo de los placeres y la obtención de bienes para satisfacer sus expectativas de consumo impuestas por el mercado, el lucro y la rentabilidad a sus inversiones de capital, entonces es inevitable que la sociedad desemboque en una descomposición que lo único que acarreará será crimen y violencia.  Si para la obtención de bienes y servicios es indispensable tener dinero, entonces se hará lo que sea necesario para llenar los bolsillos en esa vida hedonista de consumo.

La descomposición social únicamente acarrea crimen y violencia como resultado de que la vida del ser humano pierda valor, porque ya no hay una sociedad que esté centrada en la gente como su supremo valor, sino en un consumo desmedido de bienes y servicios que es en los que se encuentra la felicidad hedonista de poseer y el propósito de la vida.