Nomenclatura [al estilo de Magali García Ramis]

Crítica literaria
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La primera vez que Amanda leyó el ensayo Pura Becerra para servirle a usted, de la escritora puertorriqueña Magali García Ramis, fue cuando estudiaba en los Estados Unidos. En el 1993, llamó a su amigo Pablo, que trabajaba en la librería La Tertulia, y le pidió que le recomendara algunos textos. Él le mencionó que La ciudad que me habita estaba súper pegado por la crítica social que las crónicas contenían.

Así fue como Amanda esperó la llegada del libro y con entusiasmo, en dos horas, leyó la obra literaria. Sin embargo, aunque todas las crónicas le encantaron, debe confesar que la dedicada a los nombres la hizo reír al grado de derramar lágrimas. García Ramis inicia su crónica planteando que: “Hubo un tiempo – que recién termina en Puerto Rico – durante el cual el antiquísimo rito de nombrar a los nuevos seres humanos estaba imbuido de tradición. Uno era nombrado de pequeño con el nombre del santo en cuyo día uno nacía, o de algún familiar querido, y todo niño y toda niña en vez de simplemente decir su nombre, tenía que recitarlo siguiendo una estricta regla de urbanidad.”

La autora tenía razón al hablar de la creatividad puertorriqueña a la hora de nombrar a los descendientes. Si el padre se llamaba Clodoveo, su hijo debía portar ese nombre con orgullo y, por lo tanto, sería Clodoveo II. Eso sucedió en la familia de Amanda, con el nombre del tatarabuelo, que por generaciones han cargado los hombres de la familia. Magali, sarcásticamente señala que la influencia griega y romana hizo que existieran los Marco Aurelio, Salustiano, Temístocles. Amanda añade a la lista Macedonio, Leoncio, Plinio, Tiberio, Lucio, Cicerón. Con la invasión estadounidense llegaron los Washington, Milton, Hamilton, Franklin y no puede olvidarse el Lincoln. Hubo un tiempo en que a los hijos se les ponían nombres de artistas de Hollywood como es el caso de los Rodolfo en clara alusión al actor italiano Rodolfo Pietro Filiberto Raffaello Guglielmi di Valentina d’ Antonguella conocido simplemente por Rudolph Valentino. Como si fuera poco, hay que recordar el bombardeo de nombres indígenas que se hicieron muy famosos: Urayoán, Agüeybaná, Guarionex, Anacaona.

En el viaje que hace Magali por las ocurrencias puertorriqueñas en cuanto a nombres se refiere, pone atención a la creatividad moderna. Ahora es muy normal encontrar niñas que se llaman Zulmirkah, Lucirisette, Irkamaris, Carishette, Sonjamer y la lista

es larga. Ahora, en pleno siglo XXI, y con la aparición de las novelas turcas, afirmo que en el olvido han quedado los nombres con personalidad como Fernanda, Victoria, Valentina, Daniela, Adriana, Sofía, Ana, Carolina, Isabel, Amanda. La invasión de novelas otomanas ha logrado que afloren en el entorno puertorriqueño las Fatmagul, Reiyán, Nare, Elif, Asli, Ipek, Nilüfer, Bahar, Melike, Nedret, Sibel, Azize. En cuanto a nombres masculinos no dudo en comenzar a escuchar boricuas que simplemente se llamen: Kerim, Erdogan, Omer, Kadir, Ali, Burak, Cihan, Engin, Fatih, por mencionar algunos.