En la búsqueda y rescate de la producción dramática de mujeres chilenas

Crítica literaria
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Evidencias. Las otras dramaturgias.  Lorena Saavedra González, Patricia Artes Ibáñez, Maritza Farias Carpa, editoras.  Chile: Ediciones Oxímoron, 2020; 2da reimpresión, 2022.  549 págs.

Desde las últimas décadas del siglo pasado y lo que va del siglo veintiuno uno de los signos más urgentes, dramáticos y optimistas de las tendencias globalizadoras de las distintas literaturas nacionales ha sido la pesquisa, insistencia, persistencia y vocación de bucear y rescatar del olvido la importante producción artística de las mujeres.  Si muchos son los ejemplos de importantes recopilaciones antológicas inclusivistas en la cuentística, novelística, poesía, ensayística, la dramaturgia no podía quedar rezagada.  Esa laboriosa investigación de rastreo histórico, de meticulosidad rigurosa para acrecentar el archivo, divulgar, promocionar y dar a conocer a las obviadas, olvidadas marginadas dramaturgas, sumada a nuevas miradas y análisis desde múltiples perspectivas teóricas ha servido para expandir y potenciar una cartografía actualizada de la impresionante producción femenina, así como de sus estrategias discursivas y representativas.  Esto es lo que viene sucediendo, vigorosamente, por ejemplo, en el ámbito del teatro nacional chileno. 

A los esfuerzos de otros investigadores y compiladores, a saber, La Antología: un siglo de dramaturgia chilena 1910-2010 ( 2010, 4 vols.), de María de la Luz Hurtado y Mauricio Barrios y Dramaturgia en clave femenina (2020) de Claudia Arcilla, por solo nombrar dos otros recientes ejemplos,  se incorporan los de las estudiosas Lorena Saavedra González, Patricia Artes Ibáñez y Maritza Farias Cerpa, quienes procuran recuperar y antologar los textos de dramaturgas chilenas olvidadas, y de ese modo, contribuir a la reparación de sus ausencias en la historia y antologías teatrales chilenas y latinoamericanas tradicionales. 

La publicación de Evidencias: Las otras dramaturgias, ya en su segunda reimpresión (2020, 2022), va más allá de cumplir como ellas afirmaron “un deber ético y político”.  Esta edición es un regalo y una gran aportación al enriquecimiento del rico legado del teatro chileno. Además de introducir algunas recientes voces, en el conjunto se ensayan tradicionales y nuevos conflictivos matices en los cuestionamientos, solidaridades, testimonios, o resistencias y modos de insertarse, negociar o alejarse de los patrones de convivencia, conducta y educación existentes, así como de las tretas para enfrentarse o lidiar con la estructura patriarcal del momento de su inscripción. El titulo ya especifica, manifiesta y afirma lo incuestionable- hubo siempre mujeres que escribieron teatro.  La antología es la evidencia contundente de sus huellas y modos de hacer arte dramático, sus maneras de inscribirse y responder temática y técnicamente al entorno contextual y literario que les tocó vivir.

El conjunto antologado ofrece una ventana a doce dramaturgas que desde principios del siglo veinte escenifican particulares vivencias del hogar/ espacio chileno para vocalizar y visibilizar sus posicionamientos frente a esa sociedad. Aunque son doce las autoras que se seleccionan, es relevante destacar que además de la excelente introducción, el texto se engrandece y enriquece con el listado de ciento diecinueve obras dramáticas de cuarenta y dos autoras chilenas escritas entre 1911 y el 2000, ofreciendo pistas y oportunidades para aquellos que deseen continuar investigando y estudiando a las autoras chilenas mencionadas.  

Entre las obras, hay textos inéditos y otros, como los de Gabriela Roepke, María Asunción Requena e Isadora Aguirre que se han incluido en otras colecciones o autoras cuya producción ya se ha recopilado, como es el caso de María Asunción Requena, Obra completa (2020). Se destacan las obras de Luisa Zanelli (Sentimientos Vencidos, 1919), Rosa Idilia Cabrera (Melchorita, 1924), Gloria Moreno (Mar, 1936), Ana Ayala (Deshonra, 1941), Idalia Ilic (Campamentos, 1955), Gabriela Roepke (La telaraña, 1958), María Asunción Requena (El camino más largo, 1959), Isidora Aguirre (Quien tuvo la culpa de la muerte de la María González?, 1969), Inés Margarita Stranger (Cariño malo, 1990), Lucia de la Maza (Que nunca se te olvide que no es tu casa, 1996), Ximena Carrera  (Por encargo del olvido, 2000), y Mónica Pérez (Voces en el barro, 2000).  

El repertorio temático primordialmente se centra en la problematización y cuestionamiento del rol de la educación en el espacio de formación (madre, familia, sociedad) y sus inquietantes esferas de aceptación, asimilación o de rechazos o resistencias; la persecución de una vocación o del amor, romántico o deconstruido, y la violencia, ejercida en todos los niveles, desde la emocional, sexual, física, social y de clase.  Temas que fluyen en todo tipo de envases dramáticos, desde la comedia de carácter doméstico, regional, urbana, tradicional hasta lo más experimental, a veces con humor y en otras, con sobriedad y finales sorpresivos. En síntesis, una serie de doce textos dramáticos que en conjunto su publicación contribuye significativamente a la difusión y conocimiento de la importante producción de la dramaturgia femenina chilena.