Visa para un texto: crónicas y memorias. San Juan: Ediciones Callejón [de Barradas, Efraín. (2023)]

Crítica literaria
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Comentar este libro de Barradas representa, para los que lo intentamos, un reto. Él, como excelente crítico de arte y de literatura que es, no puede dejar de serlo. Para muestra léase la “Advertencia a mis nuevos compañeros de viaje”, donde va advirtiendo al lector con lo que se va a topar tan pronto comience la lectura.  Aludirá al matiz autobiográfico del texto, a la idea del viaje como retrato de una realidad y a la vez como reflejo de rasgos de la personalidad del que escribe, a ver las crónicas y las memorias  apoyadas y enriquecidas con el comentario cultural, a advertir cómo la voz que escuchamos en el texto deja atrás el estilo académico del intelectual, a mencionar los autores que admira y cuya influencia se filtra detrás de los textos… Después de leer estas advertencias, ¿qué nos puede quedar por decir? Ese es el reto que representa el libro para quienes queremos comentarlo. Aun con todo lo dicho, no nos resistimos a asentar en estas líneas la impresión que nos ha dejado la lectura de Visa para un texto: crónicas y memorias.

El texto anuncia en su título que tiene un visado para viajar sin sobresaltos legales ya sea a España, Bélgica, México, Brasil, Cuba, Chile, Perú o República Dominicana. Le añadimos los viajes por Estados Unidos y Puerto Rico, viajes para los que el autor no tuvo que rellenar documentos anotados con fecha de regreso. El título le hace un guiño claro a la famosa canción de Juan Luis Guerra, Visa para un sueño. Desde este punto de partida, vemos al cronista y narrador apartándose del estilo culto y académico a tono con su condición de profesor de distinguidas universidades, para hacerse con una lengua que le permitió escribir «para que se me entendiera», como él mismo confiesa. Así, en un estilo accesible y ameno, nos entrega veintidós «textos híbridos»,  a cual mejor de todos.

Pero no nos confundamos, este texto no es una guía de viajes, aunque  Barradas sea un espíritu viajero. Ha escrito crónicas y memorias de viajes en las que deja fluir el pensamiento hacia el arte y la literatura en un perfecto maridaje que no fatiga al lector que no es especialista, que lo invita a reflexionar, a buscar información, a conocer para leer sobre poetas, novelistas, pintores, paisajistas, cuadros famosos, actores y actrices, cine. Ese rico mundo referencial de la cultura nos lo presenta Barradas en un estilo que nos parece muy próximo al lector. Tan así es que en un momento dado se dirige directamente a él: «Luis Millones, si lees estas páginas por favor ponte en contacto» - “Pasillos, pasillistas, pasillismo”.

El lector camina con el autor, se sube a los taxis, se sienta con él en las plazas, escucha sus conversaciones en un café, visita los museos, ve la famosa instalación La cama, de Pepón Osorio, mira por el balcón en la casa de Pepe Rodríguez Feo en la Habana, visita un cementerio en Cuernavaca, lo acompaña a deambular por el frente de mar de Copacabana para disfrutar del paisajismo creado por Burle Marx.  Para Barradas «todas las ciudades quedan asociadas con una persona o con una imagen», por eso se vuelven inolvidables, vivas siempre en el recuerdo.

Barradas coincide con Jorge Luis Borges, quien postula «que toda literatura es autobiográfica». En otras palabras, en la literatura – como también en la crítica – se filtran retazos de la vida propia, visiones de mundo y vivencias que marcan  y forman al que escribe y que luego se dejan caer en los escritos. Así ocurre con cuatro de las memorias que componen el texto que comentamos.

Esas alusiones autobiográficas que advertimos desde la primera crónica, “Con Eleguá en la Plaza de Chueca y con Galdós en la playa de Aguadilla” y las últimas cuatro memorias con que cierra el libro, van marcando primero su caribeñidad y antillanía, su sentimientos de hermandad latinoamericana y su incuestionable puertorriqueñidad. Los recuerdos de sus años universitarios los disfrutamos en “Pasillos, pasillistas, pasillismo”;  los de su casa familiar aguadillana, junto a sus padres,  se van revelando en las  tres memorias de cierre, donde el autor van ahondando en los recuerdos imborrables que atesora y que dieron origen a su publicación anterior: Inventario con retrato de familia  y otros escritos.

A nuestra manera de ver, este autobiografismo le aporta un tono íntimo a este texto que rezuma sinceridad y hasta melancolía por un pasado que ya no volverá. Para Barradas, la visa es la metáfora llorensniana de vuelta al origen, a su pueblo de Aguadilla, a aquel lugar  del cual «siempre quise huir y al cual he querido regresar tras recorrer el mundo o las partes del mundo que he tenido la oportunidad y el privilegio de conocer».  Como parte integral del título, la visa es, a nuestro parecer, la autorización literal que se le da al texto para que viaje, para que se mueva libremente por el mundo, como seguramente va a hacer.

Dice Efraín Barradas que para él, «el placer estético se acrecienta cuando se comparte». Siéntase entonces complacido el autor de haber compartido con sus lectores este deleitoso texto. Nosotros, por nuestra parte, lo hacemos nuestro y también lo compartiremos.

 

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Sobre la autora:

Profesora universitaria