Tarjeta para (des)enamorados libres (Febrero)

Creativo

Sueñan las pulgas con comprarse un perro

 

Eduardo Galeano

 

No quiero ser verso para tarjeta de enamorados:

decir que “eres la luz de mis ojos, sin ti quedaría ciega”

o, peor aún, que apagas mi sed con la fuente de tu amor

sin ver tu amor, ni sentirlo entre mis labios…

mientras hombres y mujeres

--enrutinados, desrutinados, mutilados--

las más ellas, gastan su dignidad,

y es que nadie conoce a nadie,

tan solo a su desgastada cuenta bancaria.

 

No quiero ser la amante fiel en el día de un tal Valentín

ni que mis muslos piropeen un febrero junto a los fantasmas

tampoco que unas manos, cuatro manos, delineen mi espalda

sin mojarme y ser Barbie sin pezones ni vulva

--mi cavidad hospitalaria es melocotón y lluvia--

ni que una cama olvide el aroma del amante sementado

mientras su huella reseca es manjar para las hormigas en celo.

 

No quiero ser cartograma de novela rosa

tampoco maldita ni musa,

ni esclava o gobernadora,

mi vientre no es banquete para caníbales

ni mi sangre un manual de venganzas;

mucho menos calígrafa de caprichos hormonales.

 

Mi tarjeta es esa pequeña muerte convencional

ilustrada en los trece días anteriores

o escrita en los quince siguientes,

esa muerte que no compra recuerdos ni aplausos

mucho menos un perro a las pulgas,

la mía, invierte en malabares  y palabras.

 

Mi amante es una brújula para navegar a mi mundo,

también a otros,

tal vez, así nazcan los silencios más perversos

para hablarme de mi misma,  y sentirme

letra a letra, boca a boca, piel a piel.

 

Mi personaje es un festival de mujeres

unas encantadoras de serpientes aladas

otras ritualizan la calle en las noches clandestinas

las más tararean una nana a la soledad

somos muchas, todas y una, horneando pan a los sueños

 

somos las bien/venidas

reescribiendo el cuerpo y la palabra.

 

(El Eróscopo: daños colaterales de la poesía)