En San Sebastián, su pueblo y el mío: Un proyecto de país desde la poesía

Creativo

alt(A Daniel Nina de El Post Antillano en Puerto Rico,

que me pidió una crónica del Festival.

Y a Otoniel Guevara de la Fundación Metáfora

en El Salvador, que también.)

Llegué a San Salvador el domingo, 14 de julio a las 4:00 a.m., luego de un atraso de siete horas que incluyó el cambio de una llanta de uno de los aviones de conexión y la lectura de casi toda la poesía de Clemente Soto Vélez en dos aeropuertos distintos. Me recibió el poeta salvadoreño, Roberto Deras de Fundación Metáfora, entidad que me invitó al II Festival Hispanoamericano de poesía Claudia María Jovel en San Sebastián, Departamento de San Vicente en El Salvador. Fuimos directo al hostal donde pasaría las pocas horas de madrugada que me quedaban.

-Mañana vengo a recogerlas a las 9:30 a.m. Iremos a un Parque arqueológico en Aguilares.

-Gracias, Roberto. Me hace mucha ilusión esa visita.

Con el uso del plural, supuse que mis compañeras poetas hispanoamericanas ya habían llegado al país. A pesar de mi cansancio por el viaje, luego de colocar la maleta con 20 libras de sobrepeso llena de libros que varios poetas y editores puertorriqueños tuvieron a bien obsequiarle a El Salvador, no me podía quedar dormida pensando en Aguilares, pueblo donde ministró el Reverendo Rutilio Grande, asesinado durante la guerra. El Padre Grande fue una gran influencia para el Monseñor Romero. También me conmovía haber llegado a la tierra de Roque Dalton. Igual, pude dormir un rato.

Aguilares: variaciones sobre la piedra en el carro de Roberto

El domingo en la mañana desayuné arroz con frijoles, plátano y huevos en el hospedaje junto a las poetas, Ingrid Ortéz de Honduras y Sara Castro de Costa Rica, también invitadas al Festival. De camino al Parque Arqueológico Cihuatán con ellas y Roberto, observo dos hileras larguísimas de árboles geométricamente inclinados como un túnel orgánico. Le pregunto que cuáles árboles son esos.

-No sé. Son así.

Luego de estar un rato en el Parque arqueológico bajo un sol poco piadoso, llegamos a la casa del alcalde de Aguilares. Recuerdo haber leído y visto documentales sobre el impacto de la guerra en ese pueblo. Tenía muchas preguntas. Esta vez decidí sentarme en la parte trasera del carro de Roberto. No era justo que siempre estuviese al frente. En realidad quería mirar el mechón de pelo larguísimo que colgaba de la cabeza con pelo corto de Roberto. Al sentarme, noto una piedra cuadrada como un bloque entre mis pies.

-Es para las cuestas empinadas.

Aquella piedra era un poema. La tuve entre los pies, debajo de cada pie, al lado de los pies. Fui creando mis propias ecuaciones. Esa fue mi lección de arqueología de camino a la casa del alcalde. Para nuestra sorpresa el alcalde, Wilfredo Peña es poeta y nos esperaba con su familia, un agasajo y otro compañero poeta, Javier Alas, quien había formado parte de un taller literario en la guerrilla. Obtuve muchas respuestas, y más preguntas a la salida del pueblo. Recogimos nuestro equipaje en San Salvador y a la poeta nicaragüense, Marina Moncada.

Princesa, ¿quiere que le ponga algo en su pupusita?

Esa noche llegamos a San Sebastián, Departamento de San Vicente. Allá visitamos a Eric Henríquez, de Fundación Metáfora, quien fuera el mejor amigo de la poeta Claudia María Jovel, desaparecida en la guerra. Luego fuimos con Marisol Alfaro, sus hijos Mariana y Ariel Guevara y otros compañeros de Metáfora a comer pupusas revueltas con chocolate caliente. Las pupusas son tortillas de maíz gruesas que se rellenan ya sea con queso o frijoles o lo que llaman chicharrón, algo más suave y fibroso que su homónimo boricua. Cuando una pupusa se rellena con esos tres ingredientes se le llama revuelta. Es un manjar. Al caminar en dirección a nuestro hospedaje, Ariel de cuatro años, se voltea y me dice:

-Pero vos no te apurás.

Hice como que aligeré mis pasos. Pero no tenía prisa. Caminar entre las calles de San Sebastián era un destino. Nos acompañaba un hijo de Eric. Se acerca un grupo de jóvenes y saludan.

-Buenas.

-Buenas.

Qué guapo el alto, dijo Marina, la poeta nicaragüense. Nosotros caminamos en dirección al hospedaje. Ellos siguieron en dirección opuesta.

-Son mareros.

Las cuatro poetas internacionales nos acomodamos en la habitación del que sería nuestro hospedaje por una semana en casa de Don Fidel y Doña Raquel, su hija Olga, y su nieto, Carlos Fidel de siete años. El lunes en la mañana, luego del desayuno preparado y servido por Doña Raquel, fuimos a la inauguración del Festival con Marisol Alfaro y Tony Peña de Fundación Metáfora. Leímos junto a la poeta mexicana y directora de la Editorial Literal, Jocelyn Pantoja y un poeta bataneco, gentilicio del pueblo de San Sebastián. A mi lado izquierdo estaba sentada una de las hermanas de Claudia María Jovel, poeta a quien se le dedicaba el Festival, que, a su vez, forma parte de El Turno del ofendido, un festival de poesía que lleva ese nombre por un poema de Roque Dalton. En el mismo se llevan poetas internacionales y salvadoreños a pueblos de todo el país, no solamente a la capital. Uno de los fines de estos festivales es combatir la violencia a través de la poesía. La hermana de Jovel me prestó un libro pequeño con poemas de Claudia María. Al ser yo oriunda de San Sebastián del Pepino, pueblo puertorriqueño hamaquero y de mártires revolucionarios del 24 de septiembre, día después del Grito de Lares, pensé que tanta casualidad no podía desperdiciarse y seleccioné el siguiente poema para leerlo en voz alta:

San Sebastián

Este pueblo

que ha visto crecer la noche

como una inmensa flor marchita

nos llena los labios de ternura

acuden a nuestras manos pájaros presurosos

mientras el viento

hace sonar cascabeles

sobre los pálidos tejados que duermen…

Nosotros, sin embargo,

no dormimos

abandonando la complicidad de las puertas

salimos a proletarizar la esperanza

crecen ante nosotros los adoquines

y las ventanas

y mientras sembramos las paredes de poemas

hermanados en la sangre que vigila

los grillos nos dirigen su mitin.

Luego de la inauguración del festival fuimos con los compañeros de la Fundación Metáfora a unos talleres de textiles de hamacas y manteles y pudimos apreciar la labor de los artesanos. Caminamos a un mercado en el que había todo tipo de objetos, frutas, verduras, carnes, pescados, y por supuesto, pupusas recién hechas. Al doblar una esquina oí a una señora decir:

-Princesa, ¿quiere que le ponga algo en su pupusita?

No pude evitar sonreír. En la tarde, leímos en el Centro Cultural de San Sebastián, dentro del marco de la inauguración de una exposición fotográfica de ciudadanos de la tercera edad. Al final, en la fila para los refrigerios una anciana se me acerca y me dice que ella lee poesía pero no la invitaron, que le ha gustado mucho lo que leí y que parezco salvadoreña. Nos abrazamos y compartimos la merienda. Esa noche mi maleta, que se había empezado a vaciar, se volvía a llenar con libros de la Editorial Literal de México, un proyecto editorial de altura que publica propuestas actuales de poesía latinoamericana. Entre los títulos que me llevé figuran: Las ondulaciones permanentes: última poesía cubana, editado por Javier Norambuena y Luis Yuseff, Chicle (ahora es cuando) de la poeta cubana Legna Rodríguez Iglesias, Transversa de la nicaragüense, Gema Santamaría, Transterra del mexicano Gerardo Villanueva, Apresurada cicatriz: instantáneas de poesía centroamericana, antología editada por Jocelyn Pantoja, Lauri García Dueñas y Gema Santamaría.

 

 

¿Qué sabes de Arquímides?

El martes nos toca leer en un Centro Escolar de un pueblo fuera de San Sebastián llamado San Esteban Catarina. Nos lleva el poeta salvadoreño, Tony Peña de Metáfora. De camino nos detenemos frente al Valle de Jiboa para ver los maizales y el volcán de Chinchontepec en San Vicente. Al llegar a la lectura nos recibe Douglas Martínez Cruz, hermano del poeta desaparecido en la guerra, Arquímides Cruz, por quien todavía preguntan muchos. Algunos jóvenes de escuela superior leyeron sus poemas en voz alta, otros los leyeron al oído de algunas de las poetas utilizando sus celulares. Era una audiencia enorme. Los valientes nos hicieron preguntas de forma oral. Los tímidos las escribían en un cuaderno que aún conservo. En el fondo sigo buscando respuestas para ellos y para mí. Douglas y Tony nos llevaron a almorzar a un lindo restaurante. No dejaba de mirar el rostro de Douglas. Quería preguntarle yo también, ¿qué sabes de Arquímides? Al salir del almuerzo me sentía mareada y no pude aceptar la invitación de los compañeros a conocer lugares importantes relacionados a la guerra en los ochenta en San Vicente. Al llegar al hospedaje noto que además del mareo tengo otros síntomas típicos del viajero. Don Fidel y su familia me colman de cuidos, sueros, medicinas, jugo de limón con sal y todo el amor que cualquier hija puede necesitar en un momento como ese. El mismo que me brindaron desde el primer día. En la noche y por la fiebre, me asaltan unos escalofríos que despiertan a las otras poetas quienes me abrigan y me calman hasta que dormimos.

Puerto Rican Obituary debajo de las carambolas

-Cindy y las niñas, vengan a desayunar.

Así fuimos las poetas para nuestra familia bataneca, sus niñas. Casi no pude probar bocado. Estaba muy enferma. Carlos Fidel, el nieto de siete años de los dueños de la casa me enseña un juguete confeccionado por él mismo y recita el poema Margarita, está linda la mar de Rubén Darío. Eso me anima a salir a las lecturas del día. Llegó David Juárez, poeta salvadoreño de Fundación Metáfora y nos llevó a la lectura en el Instituto Nacional de San Sebastián, donde Claudia María Jovel cursó sus estudios de escuela superior vocacional. Nos recibió su directora, quien fue maestra de Jovel de mecanografía y contaduría. Me contó que en algún momento los de la guerrilla llegaron a llevarse a algunos estudiantes del Instituto para reclutarlos. Luego los devolvieron. Los desaparecidos durante la guerra, sin embargo, siguen muy presentes entre los familiares. Algunas madres todavía preguntan por sus hijos. San Sebastián es una herida abierta.

-Mira los balazos en esa ventana. Ahora vivimos otra guerra. Las maras.

No me sentía bien durante la lectura. La poeta hondureña Ingrid Ortez les leyó poemas con su voz diáfana mientras caminaba entre los pupitres. A mí todo me daba vueltas. El compañero David Juárez también le habló a los estudiantes. Les dijo que la poesía es tan natural como todas las cosas.

-No nos debe ser extraño escribir poemas. La poesía es parte de la vida diaria.

Yo necesitaba recostarme, por mi salud física y por la impresión que me causó el dolor de esas madres, los familiares y amigos de tantos desaparecidos que los siguen buscando. Buscando sus cuerpos. Sus historias. Cerrar un círculo. En la tarde, las poetas internacionales son llevadas a visitar una laguna. Esa excursión me entusiasmaba mucho, pero ya me sentía muy mal. David Juárez se quedó todo el tiempo conmigo. Nunca dejó de sonreír. Nos recostamos en unas hamacas en el patio interior del hospedaje. Tomamos agua de coco de las palmas de Don Fidel. Al dirigirme a la cocina para devolver el vaso y un plato de sopa que me prepararon, llega Otoniel Guevara, director de la Fundación Metáfora. Pregunta por mí y con un fuerte abrazo indaga sobre mi salud.

-Yerba mala nunca muere.

Reímos por mi respuesta. Nos fuimos Otoniel, David y yo a las hamacas sostenidas por árboles de carambolas. Allí Otoniel me cuenta de cuando Pedro Pietri estuvo en El Salvador.

-Fuimos a una lectura de poesía en la cárcel.

Los reclusos lo miran con sospecha y el director de la institución los llama a la oficina y les muestra las reglas de visita que estipulan que no puede ir nadie con bigote, pelo largo, sombrero ni vestido de negro. La mayoría de la población de reclusos pertenece a las maras o pandillas. Algunos de ellos han sido deportados de los Estados Unidos. Otoniel le pide al director que haga una excepción, que Pietri es un poeta que viene desde Nueva York. Al final accede y van los dos a leer poesía a los reclusos, quienes les miran mal y permanecen en silencio. Pietri les lee Puerto Rican Obituary en inglés y Otoniel lo lee traducido al español.

Here lies Juan

Here lies Miguel

Here lies Milagros

Here lies Olga

Here lies Manuel

who died yesterday today

and will die again tomorrow

Always broke

Always owing

Never knowing

that they are beautiful people

Never knowing

the geography of their complexion.

Al terminar la lectura levantan a Pietri y lo cargan. Lo hacen marero. Pietri sale muy feliz de la cárcel porque pertenece a una mara. Otoniel, David y yo reímos. Procuro que no noten que al final de la historia me bebo las lágrimas.

Luego de una siesta en la hamaca se me han ido todos los síntomas y tengo apetito. Salimos hacia la casa de Eric Henríquez un rato y éste le pide a su hijo que traiga pupusas. Me comí dos con queso. Seguía con apetito. Así que Otoniel, David y yo fuimos a un puesto de Pollo Campero y pedimos una orden generosa de pollo frito para llevar al hospedaje. Al llegar de noche, las poetas habían regresado de la excursión a la laguna y comimos todos en la mesa. David nos leyó algunos de sus poemas a petición de la poeta nicaragüense, Marina Moncada. Dormí bien. Había superado la aflicción de salud.

Un guardia con fusil en mano quiere uno de tus poemas

En la mañana del jueves leímos en Cojutepeque. Los estudiantes de escuela superior celebraban la cultura por una semana con teatro, música y poesía. Había poetas entre los jóvenes. Algunos nos enviaban papelitos con preguntas a los poetas. Al regresar en la tarde a San Sebastián se llevó a cabo la clausura del festival en la plaza pública, frente a la alcaldía. Fue una hermosa celebración de pueblo. Gente de todas las edades sentada o de pie fue a escuchar poesía. Al lado de los poetas había un guardia con un fusil que se conmovió con uno de los poemas de la hondureña. Tal como dijo David, la poesía es parte de todo. Luego Otoniel se encargó de darle el poema de Ingrid Ortéz al guardia. Esa noche salimos en autobús bajo una lluvia inclemente hacia San Salvador.

Se acabó la tregua entre las Maras

El viernes en la mañana el poeta salvadoreño de Fundación Metáfora, Vladimir Baiza me lleva al Colegio donde se me ha asignado leer junto a Claudia Meyer y Miroslava Rosales. Baiza había sido invitado al Festival Internacional de poesía de Puerto Rico, por lo que teníamos un vínculo y me alegré muchísimo de compartir con él en su tierra. Al salir de la lectura, almorzamos en el Colegio junto a Otoniel. Todos los chicos rodeaban a Otoniel para tomarse fotos con él.

-Se acabó la tregua entre las maras. Hablan de un toque de queda.

Mientras Otoniel pronunciaba esas palabras yo comía callada. En El Salvador hay dos maras (pandillas) principales la Mara salvatrucha o MS 13 y la Mara 18. Son rivales. De hecho, las cárceles tuvieron que ser reesctructuradas por maras porque se estaban matando los reclusos. Los mareros llegan a los establecimientos a cobrar la renta. Lo mismo pasa con el transporte colectivo. Pueden subirse a un autobús, detener labores y rutas para cobrar la renta entre los pasajeros. La renta es dinero que recogen para ellos y para poderle brindar una mejor calidad de vida a los mareros que están en la cárcel. Hasta hace poco hubo una tregua. Una pausa en la que dejaron de matarse unos a otros. Las noticias oficiales habían declarado a algunos pueblos como zonas libres de violencia. No obstante, en esos momentos se había roto la tregua y empezaron a ocurrir muertes. Esa tarde, poetas y miembros de Metáfora permanecimos en el hostal. En la noche fuimos a una lectura en la celebración de un aniversario de la asociación feminista Dignas. Creo que las aburrimos un poco. Por suerte, llegaron unas chicas con tambores y luces y llenaron de vida la fiesta. Eso también es poesía.

El Monseñor es mi pastor

El sábado en la mañana salimos a un recorrido por algunos museos en San Salvador con David Juárez y Otoniel Guevara. Visitamos el Museo de Antropología, en el que leí sobre la cultura Nahua Pipil, el rol de los jaguares en la cosmogonía del pueblo salvadoreño y el sincretismo. En la librería del museo adquirí la narrativa completa de Salarrué, la poesía de Roque Dalton y unos libros de poesía infantil salvadoreña y uruguaya. San Salvador respira historia por todas partes, aún entre Starbucks, Wendy’s, Pizza Hut, Sears y otras invasiones. Le pedí a David que me llevara a la tumba del Monseñor Romero en la Catedral. Nos acompañó la poeta hondureña. Al llegar al mausoleo nos recibe un hombre sonriente y me enseña el libro de visitas para que escriba lo que siento por el Monseñor. Me pareció prudente escribir algo importante, o al menos conmovedor pues en estos momentos se considera canonizar a Romero. Pero al poner el bolígrafo sobre el papel comencé a temblar y solamente pude escribir mi nombre, mi país y una frase arrastrada que leía: el Monseñor es mi pastor.

Hasta la poesía siempre

En la noche fuimos a una última lectura que fue en el Museo de Santa Tecla, antigua cárcel de torturas para prisioneros políticos durante la guerra. Llovió durante la lectura. Nos mojamos porque la dirección de la lluvia era de tal forma que entraba por las ventanas del Museo. Una cantora nos deleitó con cantos latinoamericanos. Y un sonriente guitarrista le cantaba los inicios de las estrofas que en ocasiones olvidaba. Luego cenamos y recibimos libros de poesía. En ese momento y guiados por David Juárez y Tony Peña, descubrimos que todo en el restaurante era chino. Roberto me llevó al aeropuerto de San Salvador. Por el cansancio me dormí en el camino. Al llegar y bajarme para coger la maleta, me percaté que debido a la altura durante el viaje en carro tengo los oídos tapados y no alcanzo a escuchar lo que me dice Roberto. Me grita que se va a estacionar y que regresa. Hago la fila para registrar la maleta, que va más pesada que como llegó. Y frente a mí está un gringo con una salvadoreña. Señala mi camisa negra que asemeja el tablero del juego de mesa Ouija™ y dice:

-It’s being a while since I played with a Ouija board.

Su esposa muy seria le dice algo al oído y él contesta:

-No, it’s not Satanic!

Así me doy cuenta que se me han destapado los oídos. Ya es mi turno, registro la maleta y subo hacia la salida que me dirige al avión. Allá me espera Roberto a quien pude escuchar por última vez, pero no recuerdo lo que me dijo. Tampoco me fijé en su mechón. Lo abrazo agradecida. Y camino hasta la poesía siempre. Frase que tomo de Eric Henríquez.

Coda: Hospitalidad centroamericana

En el avión de regreso a Puerto Rico planifico dormir porque tengo hambre y es el segundo avión de la noche luego de una lectura de poesía y un día agotador. El dinero lo gasté con gusto pagando el sobrepeso de la maleta llena de libros de poesía. No logro dormir. A mi lado va sentado un hombre guapísimo de unos cuarenta y tantos años que desea conversar. Conversamos. Me dice que nunca había conocido a una poeta. Googlea mi nombre en su celular y marca la página de Erizo Editorial, a pesar de no leer en español. Es de Belize pero vive en Puerto Rico. La línea aérea que no ofrece ni un vaso de agua, anuncia que ya pueden comprar algo de comer. Él ordena dos sopas. Y pienso que tiene un apetito voraz porque las sopas que ofrecen son enormes. Cuando llegan a servirle las dos sopas, él abre la mesita frente a mi asiento y coloca una de las sopas frente a mí. Se come la otra. Al comerla pensé que era la mejor sopa del mundo. Sonreí ante la hospitalidad centroamericana que acababa de experimentar, la misma que había vivido durante algo más de una semana gracias a la Fundación Metáfora y su proyecto de país desde la poesía.

 

 

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Cindy Jiménez-Vera (San Sebastián del Pepino, Puerto Rico, 1978). Ha publicado Tegucigalpa (Ediciones Aguadulce, 2012 / Erizo Editorial, 2013). Es bibliotecóloga y profesora universitaria. Edita el libro 400 nuevos soles.