El festejo de San Sebastian: Una jornada al infierno

Creativo

alt—Buen día—dijo Ilán.

— ¡Puñeta! —Carlos brincó—No me cojas así desprevenido.


— ¿Acaso es un mal momento?

— ¿Dime, cuándo sería un buen momento?

— ¿Estás bien?

—Viviré. Ven, entra

El edificio era una fábrica de empaque que había sido convertida en tres cuartos grandes. El primer cuarto era donde tenían a los inmigrantes y permanecía cerrado con candado por dentro y por fuera. Atrás, había una oficina con un escritorio de madera cubierto de archivos y papeles. Colindando con la oficina había lo que Carlos llamaba un cuarto de reunión, pero lo único que tenía era una silla en la esquina, una sola luz que guindaba del techo y machetes en las paredes. Además, había una mesa larga que ahora estaba cubierta de los restos de una mujer. Un hombre desconocido le amputaba una de las piernas con la sierra que había escuchado desde afuera.

—Esta gente, puñeta—dijo Carlos—Les digo todo el tiempo que se aseguren de que nadie tenga familia aquí en Puerto Rico. Hasta les dí un cuestionario para que los idiotas llenen y esa es la primera jodía pregunta. ¿Y qué es lo primero que esta puta me dice cuando llega? Que tiene familia en la Isla. No lo puedo creer. Y claro pues, pienso que pueden tener dinero y les podemos sacar algo, pero no, son un chorro de jíbaros pelaos de Barranquitas.

— ¿Y por qué no le disparas y ya? Es mucho menos embarre.

—Pues porque conocí este tipo en Mayagüez la semana pasada que me conectó con un tipo que trafica órganos en Jamaica. ¿Tienes idea de lo que pagan por un riñón? Todavía estoy aprendiendo, pero esta tipa me pareció una buena manera de comenzar.

Cuando empece a escribir El festejo de San Sebastián, mi visión era una de un mundo infierno que compara con el clásico de Dante Alighieri. La jornada del protagonista, Ilan, seria una bajada por varios niveles de sufrimiento y lecciones sobre el estado de los seres humanos condenados. El mundo del mercado negro es uno que refleja la falta de moralidad en la era moderna. Lo que es trágico hoy en día es que hay injusticia, desigualdad ni esclavitud --estas cosas han existido desde el principio de civilización --no, lo trágico es vivimos en una edad donde se niegan que la injusticia, la desigualdad, y la esclavitud existe. La sociedad prefiere a pensar que hemos superado los horrores del pasado. El estudio que inspiro a mi libro tiene el subtitulo de Un Reto Invisible. La trata de seres humanos es una crimen invisible porque la revela algo sobre nuestra sociedad que nadie quiere admitir--que las altas niveles de sofisticacion en la tecnología, el progreso en los derechos de mujeres en el Oeste, el progreso de derechos humanos en los órganos de la Naciones Unidas, el liberalismo de lo político y la economía han fracasado a arrancarnos de la brutalidad de nuestra naturaleza animal. A admitir el problema de la trata de seres humanos no solamente en Puerto Rico pero en todo el mundo, es a admitir que el progreso es una ilusión. Somos tan monstruoso como durante la Inquisición, solo es que actualmente no podemos darnos una superioridad por la religion o la raza, hoy en dia nuestra superioridad viene de la ignorancia e indiferencia. No queremos saber cuanto horrible que nos hemos convertido.             

La jornada de Ilan es una de la indiferencia hasta la acción. Al principio de la novela, el acepta la injusticia de su negocio como necesario a ganar una vida. Por el fin del libro, no solamente lo ha cambiado su mente, sino ha decidido a encontrar una manera a revolucionar su patria. Por Ilan, la única solución es la revolución complete, como el dice: Puerto Rico necesita un cambio de las clases mas altas hasta las mas bajas. Hemos que quitar el poder no solamente de nuestros dueños norteamericanos sino de los criollos quien nos han opuesto desde la colonia española.

Su jornada es una que todo el mundo necesita hacer si vamos a ganar la libertad verdadera. No es suficiente a mirar a los problemas del mundo y decir, Eso no es mi problema, es de los demás. Eso es mentira. La injusticia es el problema de todos, y tenemos una responsabilidad como ciudadanos del mundo a emancipar nuestros hermanos y hermanas quienes sufren la indignidad. Pero no podemos hacerlo solo, hay que tener el apoyo y la lucha de todo el mundo, hasta que la revolucion se rompe las cadenas de la ilusion que no podemos superar los horrores del mundo. Solo hay injusticia donde vive la indiferencia. Digo a todos los pueblos oprimidos: Levantanos, la hora de lucha ha llegado!