Roxana Hartmann o el dulce encanto del color azul

Creativo

alt“Manuela Sáenz se merecía ser pintada de azul.  El azul es el color de la fidelidad”, con una voz sumamente suave, la pintora Roxana Hartmann, emergente en unas cosas, experimentada en otras, se expresa de la mujer ecuatoriana que cautivó al libertador de América Simón Bolívar.  ¨Manuela en azul” fue su segunda exhibición en solitario, que presentó en el año 2012, la cual la consagró como una artista plástica a seguir en el quehacer cultural de Bolivia.

Pero toda historia es mucho más complicada de lo que se percibe en su apariencia.  Hartmann no es la excepción.  Desde chica había querido ser pintora, pero la vida la llevó por otras rutas, sobre todo en Bolivia. Así las cosas, inició una carrera estudiando administración comercial en la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA).  Abandonó sus estudios cuando se dio cuenta que su pasión por la creatividad y el arte no se habrían de consumar en su país. Así las cosas y por razones también personales, emigró a Kansas, EE.UU, donde terminó un bachillerato en diseño gráfico.  “Todavía no era pintora”, afirma la  Hartmann, a pesar de reconocer que se habría de encaminar.

No obstante, su intuición le indicaba que debía pintar. Era hija de una madre artista, de izquierdas, latinoamericanista y sobre todo libre y creativa.  Por otro lado era hija de un padre, segunda generación alemana, empresario del petróleo. Roxana, y siguiendo su intuición, se dejó llevar por lo que su madre le inspiraba.

En el año 2008, y ante la precaria salud de su madre decidió intentar ser pintora. “Lo vendí todo, y lo utilice para sufragar los gastos médicos de mi madre, quien se encontraba en estado de salud muy precario”, comentaba Hartmann en la paz de su estudio, con sus hijos trabajando muy enfocadamente en sus computadoras portátiles.

Llegado el 2009, la vida personal de esta azulada mujer, se tradujo en múltiples pedidas.  “Perdí a mi madre, a mi prima-hermana más querida, a mi abuela, y me divorcié”, sentenciaba con tranquilidad Roxana. Ante este cuadro, y expresada su voluntad a su padre, Roxana decidió rehacer su vida dedicada por entero a vivir del arte.

Su primer acto de soberanía artística fue en el 2010  cuando realizó su primera exhibición en solitario, sobre ciudades.  La misma no contó con mucho interés, pero fue importante para abrirse paso.  En el mundo de Bolivia, pese a esta exhibición, Hartmann no recibió mucho apoyo.

“Ahí es que conozco, vía el intelectual Boliviano Carlos Hugo Molina, de su novela Manuela mi amable loca.  Manuela Sáenz era un mujer casada de Ecuador, de la cual Simón Bolívar fue su amante”, nos indica Roxana Hartmann. “Desee hacerle un homenaje, y quise pintarla en azul”, se expresa con mucha tranquilidad ante lo que pudiera ser su pequeña travesura histórica al organizar su segunda exhibición en solitario en el 2012 bajo el título de Manuela en Azul.  Su travesura artística es muy sencilla: destapar un misterio en un color que afirma un valor cristiano como la fidelidad.  Pero que estemos claro, que para Roxana Hartmann hablar de Manuela Sáenz es afirmar la transgresión y sobre todo la libertad.

En el año 2013 ha organizado lo que constituye su mayor pronunciamiento artístico “De amor y de lucha: guerreras de la libertad”.  Esta exhibición es de suma importancia.  La misma es un acto de transgresión político y social para toda Bolivia.  Recoge, como artista de clase media, blanca y cruceña, una expresión del lenguaje político en torno a la mujer en lucha como un punto unitario, pero rescatando las distintas mujeres que dijeron o hicieron algo transformativo en los pasados dos siglos de historia soberana independiente de Bolivia.  Examina vía la pintura las vidas de Domitila Chungara, Juana Azurduy, Matilde Casazola, Adela Zamudio, Bartolina Sisa, y Ignacia Zeballos. Son seis mujeres representativas del pensamiento libertario clásico, que hoy Roxana Hartmann las pinta en su forma más pura: a partir de su desnudes.

Roxana Hartmann es hoy por hoy, una consagrada artista, que ha acuñado su propio estilo y que goza de una creatividad exquisita.  Combina su creatividad e intuición con una forma de ser un tanto traviesa, por no decir irreverente, que es su mayor contribución.

altDe esta forma, Roxana rechaza que la llamen artista plástica.  “Prefiero ser pintora, para ser igual que todos y todas y demostrar que cada persona puede aspirar a comunicarse vía el arte”, afirma esto luego de haber insistido a lo largo de la entrevista en ser llamada pintora.

Reconociendo que es una gran pintora, entonces le pregunto con candidez porque enfatiza tanto en el azul.  Su contestación fue práctica, y tal vez pragmática, como son las contestaciones en América Latina.  “son los colores que llegan a la única tienda de arte en Santa Cruz.  Pinto con los colores que tengo a la mano, y prefiero mantenerlos de forma íntegra”. Con esta contestación Roxana Hartmann se eleva a un circuito de creadores, para quienes la creatividad no tiene límites. Se crea con lo que se tiene, y sobre todo que se hace de calidad.

Pero si quieren disfrutar de algo que es la consumación de la primavera en la lógica de Alejo Carpentier, es visitar la casa-estudio de Roxana Hartmann.  En un barrio de clase media, decidió nombrar su casa-estudio bajo el nombre planetario de Marte.  ¿Por qué?, le pregunta uno a la artista: “porque todo lo que viene de marte causa mucho interés.  Yo soy pintora, y el arte plenamente no causa tanto interés.  Pero el arte en Marte sí.  A parte, que me permite jugar con palabras como amarte en marte todos los martes”.

Con su sonrisa tranquila y su vos melodiosa del cantico boliviano, nos despedimos de esta mujer que cree en el azul del arte y la pintura.