Entre decenas y quincenas se nos pierden los muchachos

Justicia Social

Hablar de educación se ha convertido en una constante en el discurso público de Puerto Rico. Voy a dejarlo bien claro desde el principio, no estoy inclinado a decir frases acartonadas tales como “Los niños son  el futuro de Puerto Rico” y cosas así. Pienso que se trata de seres humanos plenos y completos con derechos que deben ser respetados. Es tiempo de que nos acerquemos al tema de la educación desde una perspectiva de derechos humanos.

Reconocer los derechos de los niños, de los ciudadanos niños, es el punto de partida. Podría terminar siendo otra frase que oculte el problema si lo dejamos en decir que son derechos humanos. Este reconocimiento dará una fuerza legal y política al tema que podría hacerlo más efectivo. Debemos comprender que este reconocimiento tiene como objetivo asumir que la educación no es un obsequio que le damos a los pobres del país.

Hay sectores que piensan que se hace suficiente. Estos pobres, que no hacen nada se pasan pidiendo. Pues, es así, esos pobres no son siervos de nadie, son ciudadanos con derechos. Esa educación no es un obsequio por lo tanto tienen derecho a pedir, exigir y luchar para que la misma sea de calidad. No es educación de calidad la que se da en condiciones de hacinamiento, cincuenta niños en un salón de clases es una pérdida de tiempo y una violación de derechos humanos. Pero ese no es el único problema.

La privatización de los servicios educativos por medios de dudosa legalidad constituye otra pérdida de tiempo. También es una violación de los derechos humanos de los estudiantes, los ciudadanos estudiantes. Hay corporaciones que cobran si dar servicios, otros dan servicios como si les hicieran un favor. Este acercamiento al problema de la educación, el de creer que se trata de una dádiva, envilece el proceso.

El plan decenal o quincenal o lo que sea es otra mentira que crea un problema mayor. Vamos a crear un sistema que sea incapaz de responder a las realidades del país. Lo peor es que es el proyecto, el baby Project, de una oligarquía que se está tratando de perpetuar en el poder. Ahora es la educación el instrumento de este dominio. ¿Diez años de qué? Esa debería ser la pregunta.

Una educación enfocada en los derechos humanos y que parta del principio de que dicha educación es un derecho humano debería ser el proyecto. Una educación que sirva para algo, no sólo para conseguir un trabajo, pero también para poder trabajar que es como único podemos ser libres. Una educación que enseñe a pensar, a ser crítico, a buscar alternativas y a construir futuros. Ninguno de esos objetivos lo comparte la oligarquía del sistema educativo. Esa oligarquía, no ya sólo la del Nuevo Día y los blanquitos de San Juan, sino la otra, esa de los agentes, empleados, educadores profesionales que han matado el sistema pero quieren tener una palabra en el proceso, esa oligarquía quiere perpetuarse.

Queremos un sistema educativo de gente que sepa lo que es inspirar. ¿Cómo es posible que la misma gente que ha logrado apagar la llama del deseo de conocer de los ciudadanos estudiantes ahora tenga el protagonismo en la construcción de un nuevo sistema educativo? ¿Cómo es posible que esta gente sea capaz de construir un sistema efectivo si creen que se trata de una dádiva a esos pobrecitos?

Educación para pensar, educación para crear, educación para ser libres. Ese debe ser el proyecto. Un plan decenal no resuelve nada, lo complica por que sirve para que la misma gente de siempre, ah la gente de siempre, siga incrustada en el proceso. Hay que liberar el proceso, no dejarlo en manos de unas oligarquías que creen que saben lo que hay que hacer. Ellos, los que saben, los que tienen el poder, lo que enseñan en la UPR por que el tía, la tía, el hermano o su madre dieron clases ahí, esa oligarquía no es solución alguna.  ¿Queremos educación? Por ahora entre decenas y quincenas se nos pierden los muchachos…los ciudadanos estudiantes.