La xenofobia dominicana institucionalizada en contra de sus hermanos haitianos está en niveles peligrosos

Política

altLa semana pasada, el Tribunal Constitucional de la República Dominicana emitió una sentencia en la cual no le reconoció el derecho a emitir un documento oficial de identidad, y a la ciudadanía dominicana, de aquellas personas que aunque nacidas en la República Dominicana, sus padres no ostentaban la ciudadanía dominicana y eran haitianos. Específicamente más de 40 mil dominicanos, descendientes de ciudadanos haitianos; cuyos padres, abuelos y bisabuelos inmigraron a Dominicana no le costará más remedio que regresar a Haití, ya que no son admitidos legalmente en ese país. Actualmente, son personas sin ciudadanía y sin los derechos civiles más básicos, sujetos a todo tipo de discrimen. La Sentencia va más allá, y la hace retroactiva hasta el 1929, la misma se basó en el Art. 11.1 de la Constitución dominicana de 1966, que lee serán dominicanos: “Todas las personas que nacieren en el territorio de la República, con excepción de los hijos legítimos de los extranjeros residentes en el país en representación diplomática o los que estén de tránsito en él. (énfasis añadido)”

Esto de por si tiene la particularidad que importantes dominicanos, como el fallecido José Peña Gómez, de ascendencia haitiana, no podrá ser llamado ciudadano dominicano en el futuro. En este sentido, la sentencia del Tribunal más alta dominicano no hace otra cosa que confirmar el odio xenofóbico, que durante décadas el pueblo dominicano ha sometido a sus hermanos haitianos nacidos en su patria. La sentencia lee: “(…) que el caso de la recurrente corresponde con precisión al supuesto establecido por la indicada excepción constitucional, ya que no solo nació en el territorio nacional, sino que, además, es hija de ciudadanos extranjeros (haitianos) que al momento del nacimiento estaban en tránsito en el país (énfasis añadido)”.

En un justo contexto, la República Dominicana y la República de Haití no solamente comparten la misma isla llamada Haití o la Española; también comparten una cultura e historia en común, y expertos de ambos países concuerdas que sus habitantes tienen la misma composición étnica. Igualmente, para dar testimonio de su fraternidad, las banderas de ambas naciones llevan los mismos colores rojo y azul con diseño diferentes; aunque la dominicana lleva una cruz blanca el medio, para recordar aquella que Duarte izo en batalla unido a Haití. No obstante, el pueblo dominicano ha discriminado grandemente en contra de los haitianos por décadas, sistemáticamente distanciándose de sus pasados en común. El mejor ejemplo fue como el dictador afro descendiente Leónidas Trujillo cambió en los censos la población afro descendiente de la República Dominicana, llamándole “indios” en sus documentos oficiales, con el propósito de distinguirse de los haitianos, práctica que continuó en ese país hasta hace pocos años. Un asunto alejado de la realidad histórica de esa país, donde al igual que en resto del Caribe hispánico, los nativos fueron una población aniquilada en el S. XVI. Igualmente como Trujillo se ponía polvo blanco en su faz, para esconder su negritud, escondió la de su pueblo dominicano. Así las cosas, en la República Dominicana existe un racismo institucionalizado por décadas, que tiene como foco de su odio a los inmigrantes de Haití. Para más sobre este tema se recomienda el libro “Black in Latin America”, (2012) de Henry Louis Gates, Jr., entre otros.

No obstante, fueron los inmigrantes haitianos quienes construyeron los edificios, las carretas y quienes cortaron la caña en Dominicana. También los mismos que han aportaron a una riqueza cultural única en el mundo, como la celebración Gagá, el vudú religioso, en la literatura y en la música, solo para mencionar algunas expresiones culturales. Así las cosas, los hijos, nietos y bisnietos de estos haitianos, que nacieron en la República Dominicana son forzados a salir de su patria y regresar a Haití, en el nombre de la justicia Dominicana, un lugar seguramente extraño para ellos. En este sentido, llora que en el nombre del derecho, obliguen a más de 40 mil descendientes de haitianos a mudarse lejos de sus hogares, amistades y de una vida que fueron creando por décadas. Igualmente, pagando contribuciones y desarrollando ese país hermano, que ahora no los quiere.

Los libre pensadores del Caribe sufrimos con esta injusticia perpetuada por el Tribunal Constitucional Dominicano, que no responde a las nociones más básicas del Derecho internacional, la democracia y de los derechos humanos, más bien a políticas de exclusión racista. Cuando Dominicana es quien deprecia a sus hermanos haitianos, también sufre desgracia moral internacionalmente.

PARA MAS INFORMACION LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL