Otra madrugada de balas en San Juan de Puerto Rico

Justicia Social


altVivir entre la avenida Baldorioty y la playa en el municipio de San Juan es simplemente estar expuesto a ráfagas de tiros y balas en el ambiente. Basándome en mi percepción, la comisión de este tipo de delito grave ocurre mayormente entre la 1 y 6 de la madrugada. No obstante, es insólito que ni en la crónica negra o en la televisión haya mención alguna sobre estos frecuentes tiroteos, que promedian a 3  veces en cada semana. Ante esta grave situación, el gobierno por vía de superintendente recientemente anunció su plan para detectar detonaciones de balas, mediante el uso de un software instalado en las computadoras portátiles de los funcionarios de orden público. Cabe mencionar que la efectividad de este programa piloto está aún por verse, y aún más importante no atiende a la raíz de la problemática.

Como yo lo veo, el problema de los tiroteos está en la disponibilidad de balas en poder de criminales; ya que un arma de fuego es virtualmente inofensiva, si no contiene municiones y no hay la intención de cometer un acto delictivo. En ese sentido, es justo mencionar que todas las balas en Puerto Rico son necesariamente introducidas por armeros, traficantes ilegales, o por la venta ilegal de algún funcionario o militar corrupto, no hay otra. ¿Entonces por qué un problema cuya solución es tan lógica ocasiona miles de muertes y sufrimientos para nuestra sociedad?

Así las cosas, la sociedad puertorriqueña, específicamente la sanjuanera está inmersa en una profunda crisis de violencia, ocasionada por las balas.  En ese sentido, es común que los niños en las escuelas hagan rutinariamente simulacros de tiroteos. Igualmente, un paseo en automóvil por la capital de Puerto Rico demostrará como la mayoría de los rótulos de las carreteras principales están agujereados con rotos de bala. La situación es tan lamentable, que al ver el TV diario, los periodistas reportan los muertos y distinguen otro grupo de asesinados, que llaman por “inocentes”.

Personalmente, a mi familia nos tocó de cerca una víctima de bala perdida, cuando en el año nuevo 2012 la hija de Doña Evelyn, la enfermera de mi hija en su escuelita, fue matada por una bala perdida en su hogar de Villa Palmera, San Juan.

Esta situación desmesurada en el uso de balas, por llamarle de alguna manera, yo la había visto anteriormente en Guipúzcoa, País Vasco, mientras estudié unos cursos de derecho allí. Donde por las noches se escuchaban ráfagas de tiroteos, y al pasar por de frente del cuartel de la Guardia Civil Española se veía en la fachada cientos de rotos de balas. Una imagen que nunca olvidé y que testimoniaban una sociedad en guerra. Pues, Puerto Rico está peor, pero a diferencia de los vascos, que aún dentro de la ilegalidad y la violencia propagan la independencia de su patria de España, en nuestra Isla es el narcotráfico lo que ocasiona tantas balaceras y muertes de puertorriqueños.  O sea que nos estamos matando por drogas ilícitas.  Un asunto que no deja de asombrarme y que hiere mi sensibilidad constantemente.  

Es meridianamente importante tener presente, que jurídicamente en Puerto Rico no hay prohibición constitucional que impida un límite o mayor control por parte del Estado a las armas de fuego.  Específicamente, es posible mediante la creción de legislación limitar la posesión o portación de armas de fuego, y controlar el número de balas, ya que la Segunda enmienda de la Constitución de los Estados Unidos no aplica a Puerto Rico. Además, cabe mencioanr que por razones políticas en la Isla, específicamente por el tema de los nacionalistas, el gobierno es y ha sido bien estricto en cuanto a conceder licencias de armas de fuego a civiles.

No habiendo impedimento legal en la regulación de municiones ¿Por qué no regular el número de balas que se puedan comprar semanalmente para uso fuera de un polígono? En otras palabras, cuantas balas necesitaría una persona para su posesión dentro de su casa o comercio, dudo que más que una caja de balas por semana. Estoy de acuerdo en que han habido medidas para controlar el uso de balas como algo insensato, como por ejemplo obligarle a los tiradores a que recogan los casquillos de las balas disparadas en un polígono, ya que es una propuesta irreal.  No obstante, controlar la venta de balas es sensato, como medida para prevenir la ola criminal, después de todo cual es la justificación para comprar grandes cantidades de balas, más allá de economía en el precio y la conveniencia de no tener que ir a la armería.

Hay que recordar que esto es tan lógico como pensar que menos balas en las calles se reflejaría en menos tiroteos, tan sencillo como eso. 

(Artículo dedicado a mi familia y al sueño de vivir sin tiroteos)