Sobre la primera vez que el niño Bartolo vió llorar adultos

Cultura

altSé que el evento ya se conmemoró hace unos días, pero lo que sucede es que me encontré hace unos días con Bartolo, quién no llega todavía a viejo pero se acuerda de un día en noviembre hace 50 años cuando vió por primera vez adultos llorar. El detonante fue la noticia de que habían herido a tiros al presidente norteamericano, John F. Kennedy.  Me pareció fascinante su relato, especialmente desde la óptica de 2013 cuando la gente parece inmune a noticias trágicas.

Me cuenta Bartolo, quién me pidió que no usase su apellido, que en aquellos tiempos se reverenciaba o se odiaba a las figuras políticas. Kennedy, un presidente joven y carismático que había cautivado a la prensa mundial junto a su elegante esposa y dos niños pequeños, había visitado en 1961 a Puerto Rico, un territorio estadounidense. El presidente demócrata había lanzado un programa de cooperación económica con América Latina conocida como la Alianza para el Progreso. El programa, se decía desde Washington, quería atar esta cooperación y ayuda económica con cambios sociales de “our neighbors to the south”. Estos cambios facilitarían la inversión de compañías estadounidenses en Latinoamérica. Puerto Rico, se decía mucho desde San Juan, sería un ejemplo vital para el programa por su “milagro económico” y brillante democracia.

No hay duda que en términos de los Estados Unidos se veía a la presidencia de Kennedy como una nueva etapa en la historia norteamericana por ciertas iniciativas liberales económicas de parte de su gobierno. Había también una apertura para discutir la situación de derechos civiles de los afro-americanos. Algunos comentaristas ya se referían a la Casa Blanca como Camelot. Así de buena era la vibra. No todo era rosado ya que se vivía la Guerra Fría, pero la batalla por las simpatías mundiales entre Estados Unidos y la Unión Soviética, insistían los mismos comentaristas, la ganaría Kennedy, a quién se consideraba como un campeón de la democracia mundial. Claro está, Kennedy era mucho mejor parecido que el líder soviético de entonces, Nikita Krushchev, pero eso es otra cosa.

A lo que vamos es al relato de Bartolo, que se acuerda muy bién del momento en que llegó la noticia del tiroteo a Puerto Rico. Acababa de cumplir seis años, y ya estaba en primer grado. Sabía que Luis Muñoz Marín era el Gobernador y líder indiscutible de Puerto Rico y que Kennedy era el presidente de los Estados Unidos y líder indiscutible del “free world”. Esos dos después de Jesucristo, me dijo Bartolo riéndose, “eran las dos figuras más grandes del mundo”.  Me cuenta que estaba en la tina bañándose cuando llegó la primera vecina histérica a tocar la puerta del apartamento de su familia. “!Ay, no me digas eso!”, oyó a su madre exclamar.

Pronto el apartamento se llenó de jóvenes madres acongojadas. Ya estaba vestido cuando llegó la “americana” del edificio perturbaba y llorosa. Cuenta Bartolo que como un fuego que se riega comenzaron otras madres a sollozar. Este se sentó calladito en una silla de la sala, y no dijo nada. Estaba la radio prendida a “todo switch, y alguien trajo un televisor”. Aunque no se anunciaría su muerte hasta luego, se tomaba esta como un fait accompli (los tiros a la cabeza suelen matar o por lo menos seriamente incapacitar). Uno de los pilares de su mundo había sido derrumbado, y me dice Bartolo que lo único que se le ocurrió fue preguntar si Muñoz Marín estaba bien.

“El mundo era distinto en 1963. Hasta los adultos eran más inocentes”, finalizó Bartolo, su mirada en la distancia.