Buika y el silencio ante la palabra

Cultura

Finalmente llegué a ver a Concha Buika, la española negra, de origen africano, nacida en Palma de Mallorca, y como tantos otros, hoy residente en Miami, Florida.   Artista consagrada desde el año 2000, con  siete álbumes, entre ellos La noche más larga (2013), de cuyo repertorio nos obsequió el pasado domingo en el Centro de Bellas Artes de Santurce, ante una sala de conciertos casi llena.

Como cualquier hijo de vecina fui, pues hace rato que venía escuchando a esta mujer,  a veces coincidiendo con su palabra, y a veces permaneciendo en silencio.

Como hija de inmigrantes políticos de Guinea Ecuatorial, María Concepción Balboa Buika, mejor conocida como Concha Buika, creció inicialmente en un gueto de gitanos roma, en la isla de Palma de Mallorca.  Ahí dentro de los múltiples racismos fue asumiendo una voz en torno a un estilo de flamenco, que eventualmente se convirtió en un ritmo fusión, incorporando muchas formas y muchas voces de un pasado de exclusión.

No obstante, como mujer negra, bien intencionada, bien cantada y sobre todo en necesidad siendo madre soltera, ante una audición en las Vegas para representar a Tina Turner, se logró abrir paso.   El resto es la historia del éxito como lo vemos hoy.  Una cantante, poeta, productora, artista creativa, que en el escenario nos cuenta más de una historia, a veces a son de música, a veces a son de la palabra narrada.

En el escenario de Santurce, y en una producción de Cesar Sainz,  se presentó un concierto de 15 temas, y uno encoré, ante un público que pedía más y sobre todo que se resistía  a ver finalizada la jornada. Fue asistida por el maestro  y pianista Iván “Melón” Lewis, y en la caja por el maestro y músico Ramón Corinas.  También contó con el apoyo del músico puertorriqueño maestro Richie Flores en las congas.

Los temas que interpretó, algunos de ellos hartamente conocidos como Siboney, Nave del Olvido, No me quitte pas, y No lo sé, lo hizo bajo el ritmo fusionado que sólo Buika logra hacer.  Esa combinación de un mundo cultural africano, nunca nombrado, y reinventado a partir de un flamenco fusión de la isla de Palma de Mallorca.

Si algo me gusta de Buika, a quien vengo escuchando hace varios años, es su capacidad sonora y de producir interesantes registros musicales a través de su vos.   Si algo no me gusta, es el exceso de la palabra cuando raya en miradas un tanto complicadas para el mundo de las sensibilidades diversas.  En particular en su ataque continuo a la imagen masculina.  No obstante, para los gustos los colores, y Buika si logra capturar esa esencia de mujer como bien pocas personas lo logran hacer en el escenario.

En fin,  para una mallorquina que adora la isla de Culebra, donde le dedica mucho tiempo al esparcimiento, sería bueno que la viera tanto en escenario como el algún chinchorro de dicha isla-municipio.  A lo mejor le canta y le da una que otra palmadita.