La tertulia como expresión cultural

Cultura

altEn la apertura de la exposición de un querido amigo artista, me concentré más en el departamento de la cocina de la exhibición que en ver de forma inmediata lo que se exponía. En dicha sección de cocina,  repartían unos entremeses y algunas bebidas, las cuales nos obsequiaban.

 Lejos de entrar todos los obsequiados con comida y bebida a ver la exposición, la mayoría nos quedamos afuera en los pasillos, conversando.  Se formó la gran tertulia en ese momento.

Esto es un asunto medular de la vida de todos y todas: poder conversar con la otra persona. La cosa se pone mejor, cuando son grupos de personas con las cuales hablamos y nos permite dilucidar diferencias y resolver problemas múltiples.  El arte de tertuliar no es cualquier cosa.  Es algo que, y más allá de las redes sociales hoy existentes por circuitos digitales, no es sustituible.  La risa, por ejemplo, que me provoca un mensaje por Facebook o twitter, no se compara con la risa que comparto ante seres humanos que tengo de frente.  Se trata de algo, que aún hoy, no es reemplazable por las formas no presenciales de comunicación.

Así las cosas y reflexionando a partir del encuentro de anoche, me doy cuenta de algo interesante: en todas las presentaciones de libros, exposiciones de arte, encuentros en cafés de cines de arte, y más que nada cuando nos vemos en la plaza de noche, lo que media es un encuentro influenciado o no por lo que bebemos y comemos, pero que nos permite ese encuentro más casual, participar en  una tertulia.   Hemos rescatado recientemente las tertulias.  Pero no lo hemos hecho en el cafetín ni en el antiguo café.  Lo hemos hecho a partir de los encuentros que nos invitan o nos estimulan las presentaciones de libros u exhibiciones de arte.

En tiempos más recientes a estos encuentros les llamamos “redes”  o “networking”.  En tiempos pasados le llamábamos tertulias.  Por aquello de la nostalgia retomo esta palabra.  Vamos a tertuliar, y ya veremos qué pasa.  Ya veremos.