José Enrique Muratti: Letras para un punto cardinal

Crítica literaria
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alt“Es posible recordar lo que nunca ocurrió.

Solo se precisa apretar los párpados y recorrer

con las yemas de los ojos las páginas de la piel,
la mirada lánguida, fija en los ojos ajenos
que no se permiten tormentas ni consuelos…”

-José Muratti

En la punta de los dedos

“Debo estar diciendo esto con un suspiro 
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, 
Yo tomé el menos transitado, 
Y eso hizo toda la diferencia…”

Robert Frost
El Camino Elegido

Marioantonio Rosa

Todavía recuerdo aquel pasaje de Siddharta novela de Herman Hesse, donde el Gautama a quien la actualidad llama “El Buda”  antes de encontrarse con la iluminación, inclinaba sus ojos contra el terreno incierto: todo era silencio. Fueron días de peregrino, polisón en tierra o celaje; días que solo maduraban en caminos bifurcados, malezas cuyo único signo era lo inhabitable, la vida densa de una naturaleza bella pero insensible contra él. No le importó. El camino era el camino. Quizá podríamos decir que esa misma hermosa insensibilidad en una natura imponente y tan viva, era para empezar, una primera respuesta. Justamente ahí, nos relata Hesse, luego de haberse liberado de las prisiones diarias que nosotros los hombres, nos empujamos a caer y a vivirlas, como si fuese una Ley de Gravedad donde no acaba el mal tránsito del espíritu. Es entonces, que muy abrazado a la nada auténtica que cercano al árbol de Bohdi, ocurre la dimensión deliciosa que lo hizo inmemorial. Como Robert Frost,-paralelo inventado- ese camino tan poco frecuentado por la huellas hizo la diferencia. Entonces no está mal decir, que al menos, asistimos a la eternidad.

Buen término para adentrarnos en el punto cardinal de José Enrique Muratti. Sus primeros escritos comienzan en la secundaria, donde ya sumergido en los péndulos de Edgar Allan Poe, Hermann Hesse y Robert Frost empieza un camino que lo ha traído desde el existencialismo, al intimismo, desde la diatriba de preocupación social,  a la historia misma. Un punto cardinal inicia, según los modelos de cartografía con el Norte y El Sur; el primero, nos corresponde como Septentrión o Boreal, el segundo, como Meridión o Austral, de ahí los demás puntos convergen y se dirimen. ¿Metáfora, para un escritor en excelencia? Sí. José Enrique Muratti se inicia en el teatro, en las lecturas universitarias de Neruda, Benedetti, Miguel Hernández, García Lorca, José Hierro, León Felipe, Gabriel Celaya y, Julia de Burgos. Se plantea, ya inmerso en esa avenida luminosa, la poesía y la narrativa como cuerpos de expresión, como mapas, como caminos, como deslumbramientos. Llega incluso al teorema del filósofo e historiador  Tzevan Todorov, el “Hombre de las dos Europas”-como le llaman algunos-de ser el “otro” en una suprema confrontación de las voluntades, dilemas, correspondencias del hombre con su entorno.

Prevalece la poesía. Él, lo confiesa, “Siento mayor inclinación por la poesía porque a fuerza de disciplina la he trabajado más y me permite plantear una interrogante existencial, una denuncia social o una taquicardia amorosa con mayor agilidad y economía de tiempo.  La narrativa, por otro lado, permite contar la historia completa y aunque las imágenes con que se describen los rasgos de personalidad o los estremecimientos emocionales de los personajes obligan a imágenes con raíces o enramajes poéticos, las contradicciones propias del drama solo se pueden explorar mediante los pasajes que revelan la inconsistencia y perseverancia de cada ser humano.”  Puntos cardinales, resueltos.

Su proceso como poeta o narrador, o viceversa, es fijamente vivencial. La vivencia del observador, del “vigía inesperado” el autor fuera del límite y el tiempo, el autor cuya alma es genuina por ser una voz para todos, lo destaca, lo promueve, y se le escucha; “Te confieso que mi proceso creativo proviene de las pasiones, esas emociones de estremecimiento que causan el amor, la decepción, la indignación, la búsqueda de sentido a una existencia que pareciera estar más regida por el azar que por voluntades o esfuerzos.  Después de cinco décadas observando cómo somos como seres humanos, como puertorriqueños, como hombres y mujeres con las particularidades que provienen de nuestro género, raza, origen social, materia gris y crianza. Uno descubre que como dice el Eclesiastés que “… no es de los rápidos la carrera, ni de los valientes la batalla; y que tampoco de los sabios es el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los hábiles el favor, sino que el tiempo y la suerte les llegan a todos”… aunque solo estoy de acuerdo con que el tiempo les llega a todos.” Y en eso coincidimos, plenamente.

Dos libros, ya lo han convertido en una de nuestras voces más esenciales. El primeroLa víbora del desierto de Kavir (2012)  y otros cuentos”, publicado por la Editorial Isla Negra se resume en una colección de cuentos que cubre una década desde que tomé un taller con Luis López Nieves en el 2003 y donde se plasman en gran canvas, las pasiones y la muerte. Nos dice Muratti, “Los personajes todos padecen una especie de locura por sus infatuaciones, los riesgos que se toman para exorcizar sus demonios y los resultados que tienen sus actuaciones que todos piensan valerosas pero que no guardan igual significado para quienes más quieren impactar… o ganar sus afectos”. Uno de estos cuentos, La víbora del desierto de Kavir, fue premiado por El Nuevo Día, en su Certamen de Narrativa el pasado año. El segundo “En la punta de los dedos” también con Isla Negra y que se presentará esta tarde en la Librería Isla de Río Piedras a las 4 PM, Muratti lo describe como “un viaje por el desamor, el desencuentro y la afirmación de que en cuestiones de la pasión no se aceptan facsímiles ni se toman rehenes.  Lo que nos estremece, - sea por identidades talladas en la piedra blanda de los recuerdos y las ilusiones, sea por feromonas, sea porque de pronto nos planteamos que en lo que hemos demonizado pueden aguardar las epifanías, por lo que sea que podemos racionalizar pero no entender del todo -, lo que nos estremece es lo que le da sentido a algo más que la existencia”.

Aparte de Juan Goytisolo que siempre profesa la  disciplina de la escritura como una manera de “ser un poco más feliz” José Enrique Muratti lo denomina en un parámetro abarcador, “Pienso que somos escritores porque descubrimos en la palabra una herramienta que ha sido utilizada desde que nos convertimos en humanidad para contrarrestar, cuando no complementar, la dictadura de la fuerza.” A la vez nos dice sentirse lector a continuidad de José H. Cáez Romero, Mayda Colón, Ana María Fuster Lavín, Zoé Jiménez Corretjer, Alberto Martínez-Márquez, Elidio Latorre Lagares, Guillermo Rebollo Gil, Mayra Santos Febles y Daniel Torres.

Describe nuestra literatura como una de diversidad ya brillante en un mosaico de emociones en los temas, aunque observa que para que el autor logre en sus letras una voz definida, próspera en vuelos y mensaje la finalidad primaria debe ser la lectura. “La clave es leer, leer y leer.  Y es frustrante, porque uno descubre narrativas, temas, construcciones tanto más logradas que las que a uno se le han ocurrido, que a veces dan ganas de abandonar el oficio.  Pero es solo leyendo lo que otros han escrito y planteándose cómo puedo escribir sobre lo mismo pero sin sonar como otros han sonado, que uno encuentra su propia voz”.

Debo decir, que en esa misma navegación de vida, al igual que José Enrique Muratti, podemos encontrar nuestro punto cardinal.

Y eso, ya es un nacimiento.


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