Las Plagas del deseo de Moisés Agosto Rosario

Crítica literaria
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Desde su primera colección de cuentos, Nocturno y otros desamparos (2007) y su segundo poemario Inmunología poética (2010), el escritor puertorriqueño, Moisés Agosto Rosario, ha ido cimentando su carrera literaria. Leerlo en su primer libro Poemas de lógica inmune (1991) y sus contribuciones en las antologías Poesía de Puerto Rico: Cinco décadas (1950-2000), Los otros cuerpos (2007) y Nueva antología de narradores puertorriqueños (2011), es leer una nueva voz literaria en el universo boricua de autores novísimos que en el inicio del siglo XXI se han dado a la tarea de dar a conocer sus escritos. Moisés se forma en la generación del 80, pero como sucede con muchos otros escritores de esa promoción, sus obras se dan a conocer impresas en los inicios de este siglo, conformando un corpus de escritura postcolonial y postmoderna.

En Plagas del deseo, su nueva colección de cuentos, asistimos a una internacionalización de su verbo y su carne, más allá de lo queer, hasta superarlo, sin olvidarlo del todo. Sus viajes por nuestra América, Europa y África nos devuelven estas exquisitas narraciones que lidian con esas plagas del deseo no sólo lesbigaytrans sino pansexuales. El libro está dedicado “Al ser del nuevo siglo: Quien por sus deseo, se destruye, se transforma, renace y sobrevive” (9). Hay una conciencia del narrador al contarnos las historias de ese ser nuevo que así como desea, rompe, cambia, vuelve a nacer y resucita de sus cenizas como un fénix. Con un epígrafe del maestro de todos nosotros, Arcadio Díaz Quiñones, de su indispensable El arte de bregar, se sienta la pauta para buscar “otro orden de saber”, u otra inteligencia, que privilegie en el discurso narrativo la posibilidad de dar con “un difuso método sin alarde para navegar la vida cotidiana” (11) o hacer de tripas corazones ante las adversidades de la vida, y seguir viviendo.

En “Sol del este”, el primer cuento de la colección, nos encontramos con el profesional gay que mira fuera del espacio protegido de la oficina en que trabaja, partysea o se va de fiesta cada noche con un hombre diferente, hasta hundirse en el mundo de la droga y el sexo duro, degradarse en una ciudad llamada San Juan, con los ecos propios de un René Marqués y aquellos ángeles que se han fatigado de los que nos habló Luis Rafael Sánchez en su teatro.

“El barranco de Miraflores” es una narración en la que se desplaza el ojo del narrador hacia Lima, Perú, donde nos cuenta acerca de los avatares de la miseria de una familia de clase obrera y el poco valor que tiene la vida en la Latinoamérica del trabajo mal pagado que convoca Calle 13 en su famoso video de la canción del mismo nombre, “Latinoamérica”. Residente nos presenta innumerables sujetos en un día de trabajo al salir y llegar a su casa, antes y después de su labor. El cuento de Moisés nos muestra cómo se vienen abajo los sueños de Germán y Mirta ante la imposibilidad, en medio de una realidad violenta, al final de ese día de trabajo, cuando todos sus sueños se destruyen.

“Cegados por las luces” nos devuelve al mundo de las drogas en Santurce y vemos las interacciones de jóvenes que no han tenido una oportunidad educativa que los haya redimido de la dura realidad de la calle, cuando no se tiene las destrezas para conseguir un buen trabajo o esas mismas destrezas se ponen al alcance del hampa, donde la vida humana no vale nada. La tragedia se narra en un minuto a minuto de un reality show, en el cual somos espectadores de lo que la cámara nos presenta, como una cruda realidad en directo: “Toñito abre los ojos, espantado, mientras Pichín mira el revólver con asombro y Cuco corre hacia la latas regadas que se le fueron rumbo a la Baldorioty” (39).

En “Las torres del parque” estamos en una ciudad llamada Bogotá, la capital de Colombia, y en el espíritu de un Luis Negrón con su Mundo cruel, Moisés nos traslada al mundo del fleteo en los parques, donde se conocen los protagonistas, pero sucumben a esas plagas del deseo del título de la colección, en las cuales los personajes se regodean en los cuerpos de los otros al aire libre. El punto de observación de las torres de un apartamento es la mirilla desde la cual se nos presenta la diégesis. El bolero “Piensa en mí” estructura el cuento como una historia condenada a la tragedia y la muerte: “Cantó la última estrofa de la canción: ‘no la quiero, para nada, para nada me sirve sin ti’. Se puso los pantalones, cogió las llaves y saltó por el balcón” (49).

África se hace presente en Durmiendo con la esposa del pastor, pero no el África misteriosa de Luis Palés Matos y Tembandumba de la Quimbamba por la calle antillana, sino el África contemporánea que conoce de primera mano Moisés por sus viajes como miembro de la Fundación Tide y su representante en el continente negro. De esos viajes, el narrador observa una realidad paralela a la de nuestro Caribe y extrapola una historia como la del pastor Tayo Sekibo, su esposa Jane Sekibo y su criada Berta, viuda porque su esposo muere “en las garras del SIDA” (60). El triángulo que se consuma en esta historia ante el voto de castidad del pastor, de no tener sexo con su esposa para mantenerse puro para el Señor, es uno de los cuentos mejor logrados de la colección.

Europa también tiene su capítulo en Los espíritus del Hotel Lloyd, donde el narrador que viaja hasta Ámsterdam intenta descifrar los demonios que poseen a un amigo en las siguientes preguntas existenciales: “¿Qué en realidad nos ofrece la vida? ¿Qué tiene que ver el espíritu con el cuerpo?” (71). Lo real maravilloso se hace presente y el personaje central se reencuentra en el pasado del enigmático Hotel Lloyd, en una foto que le recuerda a su amigo:

Fue en ese momento que vi la foto. Era el rostro de un joven de

ojos azules y pelos rizados de color castaño. Pude haber jurado

era la misma foto que Allen me había enviado para identificarlo

en nuestro primer encuentro. (78)

Al intentar abordar el avión que lo llevará de vuelta a su casa, se encuentra con una transformación inevitable: “Lo siento, pero no lo puedo dejar pasar. La persona en la foto no es usted” (79). Europa lo ha transformado hasta encontrarse con su pasado por los recovecos de la sangre.

Los ecos de una danza puertorriqueña se hacen presentes en los acordes de Felices días, un cuento que relata el idilio entre un viejito llamado don Agustín y una prostituta joven de nombre Estela, que le recuerda a su amada inmortal Marta, en el espacio citadino de Ponce. Éste es uno de esos cuentos dignos de una película de Jacobo Morales, como Dios los cría o Lo que le pasó a Santiago. Las descripciones de la ciudad señorial con su plaza, sus casas y sus calles reclaman una cámara que recoja en la imagen del celuloide, la belleza de la prosa de Moisés Agosto Rosario, quien con Plagas del deseo y cuentos como Felices días reescribe el canon de una nueva literatura boricua. La cópula de don Agustín y Estela, como una Marta recordada en la piel de Estela, hasta devolverle el vigor que el cuerpo ha perdido con los años, es una cópula perfecta:

Con sus manos la tocó entre las piernas y humedeció todos

sus dedos dentro de ella, con ese jugo que ella le brindaba, y sin

pensarlo dos veces se llevó los dedos a la boca y los saboreó uno por uno,

mientras poco a poco se acercaba a ella… Entró con

calma, la hizo retorcerse y se metió completo sin estimar lo estrecho

o amplio de aquel universo de sentidos: la tibieza de una vulva fresca. (88-89)

Los últimos cuatro cuentos de Plagas del deseo de Moisés Agosto Rosario nos devuelven a varios espacios. A África y la idea del exilio de una madre que debe emigrar para proteger a su familia (“Entrée 8 ème”). A Colombia y la historia de dos hermanos que se reconocen en la infección del VIH-SIDA (“Mafia especializada”). A la ciudad de Detroit y al problema del exilio boricua en el paradigma de la raza, tan vigente en Estados Unidos (“Willo”). A Plaza Las Américas en San Juan, el tempo de los templos del oro plástico, donde en el área de la terraza-cafetería el personaje se encuentra con Eduardo, quien tiene un grado de retardación, pero ha descubierto el traqueteo entre hombres del área de los baños, y es sorprendido por la vigilancia (“Soltando nudos”).

Este nuevo libro consagra a Moisés Agosto Rosario, haciéndonos beber en sus aguas, como uno de los narradores clave de una nueva literatura boricua, junto a Yolanda Arroyo Pizarro, Mayra Santos Febres, Karen Sevilla, Ángel Antonio Ruiz Lamboy y Max Chárriez, entre muchos otros. Los tres cuerpos masculinos de la portada, que se regodean uno en otro, por medio de tres besos a tres cuerpos en medio de un ménage a trois, tal vez van más allá y prefiguran el carácter pansexual de Plagas del deseo. Se recorre la geografía de nuestra América con ecos africanos y europeos, devolviéndonos a una reflexión sobre la heterogénea realidad de nuestro Siglo XXI, que apenas comienza. En una estética postmoderna y postcolonial nos lleva más allá de las fronteras insulares, y de la hibridez de nuestros cuerpos caribes, hasta reconocernos en el deseo de esas plagas que nos asedian.


Daniel Torres

Ohio University