Breves en la cartografía cultural: la poesía necesaria de nuestros días

Cultura


En estos días… en los que abruman a los puertorriqueños las noticias económicas poco halagadoras, emerge inevitablemente de la memoria la poesía necesaria de nuestros poetas, esa que se ha instalado endémicamente y con el paso del tiempo en las neuronas y los huesos…  En estos días, en los que abruman a los puertorriqueños las noticias económicas poco halagadoras, simultáneamente, de Diego, Neruda y Vallejo, despliegan sus versos para que no olvidemos.

En la brecha (José de Diego)


¡Ah desgraciado, si el dolor te abate,

si el cansancio tus miembros entumece!

Haz como el árbol seco: reverdece

y como el germen enterrado: late.


Resurge, alienta, grita, anda, combate,

vibra, ondula, retruena, resplandece...

Haz como el río con la lluvia: ¡Crece!

Y como el mar contra la roca: ¡Bate!


De la tormenta al iracundo empuje,

no has de balar, como el cordero triste,

sino rugir, como la fiera ruge.


¡Levántate!, ¡Revuélvete!, ¡Resiste!

Haz como el toro acorralado: ¡Muge!

O como el toro que no muge: ¡Embiste!


*

Masa (César Vallejo)

 

Al fin de la batalla,

y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre

y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”.

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Se le acercaron dos y repitiéronse:

“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida”

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,

clamando: “tanto amor y no poder nada contra la muerte”

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Le rodearon millones de individuos,

con un ruego común: “¡Quédate hermano!”

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

 

Entonces, todos los hombres de la tierra

Le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;

Incorporóse lentamente,

abrazó al primer hombre; echóse a andar…

 

*

 

Alturas de Macchu Picchu (Pablo Neruda)

 

XII

SUBE a nacer conmigo, hermano.


Dame la mano desde la profunda

zona de tu dolor diseminado.

No volverás del fondo de las rocas.

No volverás del tiempo subterráneo.

No volverá tu voz endurecida.

No volverán tus ojos taladrados.

Mírame desde el fondo de la tierra,

labrador, tejedor, pastor callado:

domador de guanacos tutelares:

albañil del andamio desafiado:

aguador de las lágrimas andinas:

joyero de los dedos machacados:

agricultor temblando en la semilla:

alfarero en tu greda derramado:

traed a la copa de esta nueva vida

vuestros viejos dolores enterrados.

Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,

decidme: aquí fui castigado,

porque la joya no brilló o la tierra

no entregó a tiempo la piedra o el grano:

señaladme la piedra en que caísteis

y la madera en que os crucificaron,

encendedme los viejos pedernales,

las viejas lámparas, los látigos pegados

a través de los siglos en las llagas

y las hachas de brillo ensangrentado.

Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.


A través de la tierra juntad todos

los silenciosos labios derramados

y desde el fondo habladme toda esta larga noche

como si yo estuviera con vosotros anclado,

contadme todo, cadena a cadena,

eslabón a eslabón, y paso a paso,

afilad los cuchillos que guardasteis,

ponedlos en mi pecho y en mi mano,

como un río de rayos amarillos,

como un río de tigres enterrados,

y dejadme llorar, horas, días, años,

edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.

Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.

Apegadme los cuerpos como imanes.

Acudid a mis venas y a mi boca.

Hablad por mis palabras y mi sangre.


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