Lecturas y bendiciones / UPR, raza y género. Marie Ramos Rosado, Edgardo Rodríguez Juliá, Daniel Torres

Crítica literaria
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altEste pasado mes de diciembre el Ateneo puertorriquño celebró el cumpleaños # 118 de la bandera puertorriqueña. Vivo cerca, en el VSJ, y quería estar allí, además de que sabía que Monseñor Roberto González Nieves daría el discurso de ocasión.

Lo había visto en funciones durante la devolución de los restos desde Cádiz de nuestro entrañable Ramón Power y Giralt. La figura de este gran puertorriqueño me conmueve mucho, su vida, obra y dolorosa muerte de fiebre amarilla. Esperé el buque Juan Sebastián el Cano hasta que atracó y participé emocionada de todo el evento. Allí vi por primera vez a Monseñor y en algún momento nuestras miradas se unieron compartiendo el momento patrio que vivíamos.

Quería volverlo a ver. Convencida de que teníamos un santo en nuestro medio quería su bendición. Y así fue. Luego de izada la bandera, tuve el coraje de encontrarme frente a él y con humildad pedirle: “Bendición, Monseñor” Con la tradición de los tres dedos unidos (pulgar, índice, cordial) trazó una cruz sobre mi frente y emitió con toda claridad “Que Dios te bendiga”.

Y así es. Soy una mujer bendita. En un sagrado claustro llamado la UPR tuve el privilegio de compartir con tres queridas personas.

Conocí a Marie Ramos Rosado cuando era performera y bailadora de bomba, “Marie la de Calabó”. Luego de una trayectoria larga e intensa es ahora ilustrada del ensayo caribeño sobre la negritud. Con la mentoría de José Luis Méndez quien, dicho sea de paso es mi pariente por la rama Charneco de mi abuela paterna, Irene Charneco, Marie es nada menos que doctora en filosofía y letras.

La doctora Marie Ramos Rosado publicó una versión de su tesis doctoral La mujer negra en la literatura puertorriqueña (1999). Nos referimos, a continuación, a sus más recientes entregas: Destellos de la negritud / Investigaciones caribeñas, en dos ediciones (2011 y 2013) .

Me gusta salir con Marie. En la calle con ella descubro un mundo que de otra manera no hubiera estado a mi alcance. Ella conoce a fondo nuestro “pueblo negro” y ese pueblo la conoce a ella. Caminamos entre la algarabía de abrazos entre ellos.

Con lujo de detalle, Marie nos da lecciones claras sobre la bomba y la plena; historia, instrumentos, intérpretes. Nos aclara diferencias entre la salsa y el soneo. Presta singular atención a la identidad y aportación de las soneras. Lean para conocer quienes son: Deddie Romero, Fe Cortijo, Yolanda Rivera, Choco Orta, la India, además de la cubana, Celia Cruz.

En su investigación sobre las soneras Marie recurre a una perspectiva feminista señalando como muchas veces estas talentosas mujeres han sido ignoradas. Describe también el contenido de su discurso:

…la relación de pareja aparece muy degradada en muchos aspectos de los discursos de las soneras. El hombre aparece como un mentiroso, de pocos valores espirituales y casi deshumanizado. … Impera un discurso patriarcal. El hombre se presenta como autoritario, maltratante, opresor. La mujer aparece como víctima: abandonada, sola y traicionada en el plano amoroso.

Fe Cortijo y Celia Cruz ofrecen variantes.

Este valioso libro mereció premios del PEN Club de Puerto Rico y del Instituto de Literatura Puertorriqueña para el 2011.

Edgardo Rodríguez Juliá fue, como lo fuera Marie, mi colega en el Departamento de Español de Estudios Generales de la UPR. Somos, además, amigos. Una vez compartimos en mi casa de Río Piedras el singular humor del rapero original, Piri Thomas, a quien tuve el privilegio de conocer en mi casa de Woodstock, un helado invierno que terminaría convirtiéndose en la calidez de una amistad para toda la vida. Acaso por coincidencias de la vida literaria, Edgardo y yo compartimos el primer premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña, 1981, él por Las tribulaciones de Jonás y yo por mi libro Frescura.

La piscina, novela del 2012 de ERJ, entrega un minucioso análisis de los efectos en las familias antillanas de los enrevesados avatares de raza. En esta magnífica obra de ficción, el tema racial es materia de conversación entre parejas durante tertulias domingueras. Una pareja dominicana, otra puertorriqueña, todos “trigueños antillanos excepto Laura y su hermano mayor que tenía el pelo rizo y se ufanaba de ser rubio”.

Mientras el Dr. Castillo señalaba pausadamente que el dictador Trujillo era mulato, y que en sus hijos se había borrado la notable raja a causa de un matrimonio bien buscado, Josefina puntualizaba que el escritor dominicano Juan Bosh –entonces exiliado en Cuba- era hombre de facciones ordinarias y pelo malo. Su padre, por su parte, ripostaba que de Muñoz Marín bien se conocía el linaje moreno de la madre, asunto que era fácil de adivinar en las facciones pesadas y el poco mentón del gobernador del recién constituido Estado Libre Asociado. Fulgencio Batista también era un prieto que pasaba por blanco.

La tensión racial entre parejas aparece entre Saúl y Laura, padres de Edgar, el protagonista. Saúl, “apuesto mulato” se casa con Laura quien presume de blanca y humilla a su esposo con su sentido de superioridad racial.

La narrativa invierte el discurso patriarcal cuando se describe como “En aquella casona de Aguas Claras las mujeres tenían opiniones que denigraban a sus varones”.

Sobresale el talento de ERJ para un delicado manejo de las descripciones de ambientes, sucesos históricos y personajes. Buen ejemplo de ello ocurre en el 1954. Recuento interesante y con agarre sobre el béisbol de la época junto a un inolvidable retrato del ataque al Congreso de los EU donde, además de la obligada visualización, se le asignan modos de ser y de pensar, a los cuatro nacionalistas.

ERJ ofrece cuadros convincentes de un Puerto Rico de cara a la modernidad. La Avenida 65 de Infantería, primeras urbanizaciones, las calles rebozanates de Buicks, Dodgers, Chryslers.

Edgar, voz narradora protagónica, es una especie de antihéroe que junto a vestigios de el gran héroe de la modernidad norteamericana, Jay Gatsby, encierra además, un cuadro dramático y misterioso sobre la sexualidad, donde a sotto voce presenciamos el surgimiento de una homosexualidad inequívoca aun cuando velada y, seguramente, con sentimientos de culpabilidad.

Edgar, arquitecto graduado de Harvard, recuerda como fue en el Colegio San Pablo donde tuvo su primera visión de arquitectura. Fue también allí donde ocurrieron encuentros entre varones cuyo origen se remontaba a un prematuro encuentro con un despreciable colector de rentas internas, don Ruperto, quien habitaba un cuartucho en el sótano de la casona de la familia: “Aquel sótano … fue el lugar de una iniciación que lo acompañó toda la vida”.

Al final de su vida Edgar se obsesiona con lo cual, luego de una vida de mediocridad profesional, considera su obra maestra: la piscina. En el tope de los montes donde Aguas Claras casi toca Caguas, ahogado boca abajo con pesas en su cuerpo, será la última visión que de él tendremos.

Podríamos pensar que el asesinato de Jay Gatsby fue una especie de suicidio, la muerte de Edgar sí fue un suicidio. Gatsby murió por el amor de una mujer. Edgar seguramente se suicidó por el entramado de asuntos raciales, sexuales/homosexuales. Tanto Jay como Edgar permanecen personajes misteriosos. Edgar, nuestro Jay antillano.

Daniel, mi amado Daniel. ¡Que orgullosa estoy de ti! En el 1981 ofrecí un Taller de poesía en la Universidad de Puerto Rico (RP). En realidad el taller se extendió durante dos años académicos, así de popular y fructífero resultó. Hubo una publicación, Taller de poesía, los nombres y los textos son testimonio de ese tan bien invertido, bendito tiempo. El nombre Daniel Torres aparece en primer plano.

Para esa época Daniel era Adventista del Séptimo Día. El trabajo colectivo del Taller y una incipiente amistad entre profesora y estudiante, que duraría para siempre, llevó a Daniel a “salir del closet” y abrazar su identidad de género.

Daniel es una de las personas más trabajadoras que conozco. Hizo un brillante doctorado y actualmente es profesor de literatura española y latinoamericana en la Universidad de Ohio, en Athens, además de en su campus de Mérida,Yucatán.

La labor investigativa de Daniel es profunda y abarcadora. Incluye análisis sobre José Emilio Pacheco, premio PEN Club, 1990. Su más reciente publicación, 2012, es Dulce canoro cisne mexicano: La poesía completa de Carlos de Sigüenza y Góngora, edición anotada.

Lo que más nos interesa, para efectos de estas notas, es su trabajo literario. Vastísimo en géneros: novela, cuento, crónicas, poesía; resulta descabelladamente y gozosamente vasto también en su género de preferencia íntima, arrojadamente escogido, anunciado y defendido a ultranza, homosexual que cultiva una literatura homoerótica pionera al principio, establecida y respetada en la academia hoy día donde se le considera maestro de la llamada “Literatura Queer”.

Una mirada al vuelo a algunos de sus títulos confirma nuestra aseveración: Morirás si da una primavera, Cabronerías: Historias de tres cuerpos, Mariconerías: Escritos desde el margen, De bellaqueras. Su poesía ha sido incluida en Mariposas: A Modern Anthology of Queer Latino Poetry y en la Antología del colectivo Literario Homoerótica, entre otras.

Daniel ha recibido múltiples reconocimientos por su sostenido trabajo literario:

El PEN Club de Puerto Rico ha premiado varias de sus obras, entre ellas, Fusilado dios, 2000; Mariconerías, 2006; De bellaqueras, 2009. En 2011 la Academy of American Poets le otorgó un Certificado de Reconocimiento por su trayectoria como poeta y scholar de poesía en los EU.

Su más reciente entrega da testimonio de tantos años dedicados a la palabra. Se trata de una versión antológica de su poesía con el título de En (el) imperio de (los) sentidos / Poesía (in) completa 1981-2011 publicada por la Editorial Isla Negra, 2013.

¡Qué irrumpir de belleza! Qué gran privilegio compartir esa cascada de imágenes y sentires, de la espiritualidad del placer de los cuerpos. Me recuerda nuestros viajes, Joe y yo, por los países Bálticos donde nos alimentábamos mayormente con champaña y caviar.

Considero este libro lectura obligada para aquell@s interesad@s en descubrir la más certera, excelentemente cuidada expresión de la escritura homoerótica en poesía.

La colección ofrece el placer titilante de la sexualidad gay no meramente al desnudo sino muchas veces en elaboraciones y situaciones que bien podrían dejar al lector sin aire o con demasiado aire – jadeante. Véase la colección Invasión de ternura, los poemas: “Todas estas mañanas”, “Me llevé un francés por delante”, “Nicolás/muñeco relleno de esperas”.

Para mí, es enorme recompensa ver incluido mi libro favorito de Daniel: Fusilado Dios, algunas de cuyas piezas fueron publicadas por primera vez en nuestra publicación de la UPR, Taller de poesía, 1981.

VIII


Estoy enseñando a dios a orar

a que hable claro

hace cuatro días lo tengo a raya

aguardando que sea él

quien se decida

en las calles mojadas

de madrugada

en los cielos quebrados

de arena larga

ha intentado decir algo

empecemos el quinto

a ver si se decide


XIV


rasgué tu manto

nos acostamos

y te dejé

como dicen por ahí

por el mentado mundo

para hacer algo

más allá del banco ocupado

unos himnos una oración en el desvelo

en amenes repetidos sin sentido


más allá de tenerle miedo a todo

amándote

con la realidad filosa

de mi boca y tu boca

atisbando la región

encarada de cristales

en ruptura de ayer

ya sin ruptura número uno.

Ay bendito, Daniel, quisiera yo también hacerle el amor a Dios. Desde nuestro atrevimiento recuerdo palabras de Monseñor González donde dice que Dios comprende todo, aun el pecado. Y al Papa Francisco quien ha dicho: “quien soy yo para juzgar”.

Cierro estas líneas rememorando a San Pablo en su afamada epístola a los Corintios así como a la priora de los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer: el amor todo lo vence.