La poesía de José Muratti, una metáfora constante

Crítica literaria
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altEl discurso poético que transita por los versos de En la punta de los dedos de José E. Muratti es sugerencia de realidades, acercamiento a sentires que nos convoca a la comunicación profunda. Ante la magnitud de su sentir, la palabra se torna menuda como el rocío mañanero ante el sorpresivo chubasco de un mes de mayo. Porque no es lo que dicen las palabras, es lo que insinúan, lo que sugieren, lo que pretenden, lo que callan. En el poema Intermitencia permanente lo confirmamos:

“Por eso se endulza su boca al releerme

y se apalabra mi boca al pronunciarle,

como se enhebran mis nervios

en sus dedos

y se queman mis puentes al mirarle”

El yo lírico afirma en el discurso poético “En ausencia de silencios”:

“la poesía es idioma de silencios” dijo quien no te imagina

y tanto te describe, quien arranca palabras a esa ausencia

de sonido que destilas como una estela en el Mar Negro;

esa que sin saberlo te anuncia al pronunciar su nombre

Vemos como el protagonismo de la palabra es evidente en todos los poemas del hablante lírico. En el poema “Con palabras”:

“Con las palabras damos sentido a la existencia

que descubrimos sin medidas y codificamos

para regresar al punto de partida,

desde el cual recobramos el éxtasis

y desechamos lo que no le apetece a la memoria”

De esta manera el yo lírico descodifica el lenguaje de sus referentes convencionales y nos comunica un mundo oscilante entre las formas confesionales y testimoniales, sorprendiéndonos mediante la imagen audaz y la palabra desnuda. Dice el yo poético en Indispensable:

Me resulta indispensable

el juego involuntario de tus manos

impartiendo el ritmo a la música,

la amplitud continental de tus caderas

rebasando, altanera, el imperio del sol

las torres enhiestas de tus piernas

balanceando la bóveda del cielo,

la cascada desbocada de tus cabellos

donde el viento ensaya su huida,

el campo humedecido de tu piel

despertando simultáneo todos los olores . . .

Las formas y los símbolos están impregnados del lirismo de la sucesión y la renovación de la gozosa comprensión de la relatividad de las verdades, como diría Bajtin. Su poesía nos permite escuchar las voces silenciadas que se dejan atrapar entre las redes de un mundo indiferente

“qué extraño vacío este de perdernos

tras la puerta que cierra la brisa de un verso” afirma.

Los discursos poéticos que se deslizan por la pared del mundo externo son metáforas con más de un plano interpretativo que nos sorprenden más con lo que expresan que con lo que dicen. El yo lírico afirma:

“me miro en el espejo

y el pasado recuenta los matices de la aurora

y me entrega un pincel que antes

fue cincel y ahora traza los brillos

con que se inundan las miradas

y tatúan los brazos de las pisadas

torcidas que nos faltan por vivir”

Esta fuerza poética se transmite en imágenes de una atemporalidad sorprendente donde la memoria funde espacio y tiempo para conformar una sola presencia nostálgica en la que el erotismo se eleva frente al lector en forma suave y cadenciosa unas veces y en otras, intempestuosa como un huracán. Esto lo podemos constatar en el poema Nuestras manos altamente sensual. En sus imágenes presenta gráficamente el cuadro donde subyace el título del discurso poético.

“Tus dedos tienen mis facciones

inscritas en sus huellas dactilares

tu nuca, tus pechos, tus caderas,

tus labios entreabiertos

laminan el cónclave de mis manos.

Tus manos y mis manos

se inflaman

anticipando su encuentro

furtivo, sudoroso, inevitable.

La alucinante capacidad del yo poético para la observación y la revestidura con palabras de esa poetización resultan asombrosamente efectivas y le permiten afianzar ese estilo efectista de su poesía. Nos comunica en: El silencio me ruge por dentro:

“me arrebata el sueño

en las madrugadas en que yago

absorto por la ilación

de un cuento que siempre

termina a tus pies desnudos;

un eunuco envenenado de deseo

esclavo del afán de conquistar

el frío glaciar de tus entrañas

sin luces, sin herramientas,

sin marcha atrás, sin titubeos

La voz poética trasciende estilos y generaciones; abre las puertas a las interpretaciones del lector quien se agarra de la palabra y de su propia percepción. De esta manera, mediante el intertexto cumple el propósito de dotar al discurso poético de metáforas, imágenes que poetizan la idea para dar paso a otras posibilidades y a otros significados posibles. Como diría Lacan, el sujeto busca formas de aproximación a su pasado para construir su futuro. Lo reprimido retorna para el psicoanalista francés desde el futuro desde la reconstrucción retroactiva del sentido para conferirle el significado al presente de un mundo poético simbólico. Como afirma en Lamentos:

Hoy arranqué tu adiós

del muro de tus lamentos

desabroché todos los pestillos.

Deseché la esperanza y el miedo.

Dejé que los retazos de tus quejidos

me recorrieran como un molusco ciego,

líquidos, lujuriosos, infantiles, torcidos;

hebras de beso, fisuras de aliento,

cuerpos enlodados de cal, enfurecidos;

dedos enredados por la nuca y el cuello

la muerte chiquita colgada en un vilo.

Me encadené al éter azul de tu recuerdo.

Me aferré al amor, al sueño infinito.

Tu luciérnaga desnuda encendió mi cielo.

Atravieso la noche obscura de tu hechizo

aferrada a mi frente del muro de tus lamentos.

Su efecto arrasa y distorsiona toda insensibilidad, todo hermetismo, toda incomunicación. Su palabra se cuela por las hendijas del saber y del encuentro.

El texto se divide en cuatro partes las que se hilvanan con la continua presencia de imágenes literarias y estructurales. La continua presencia de la anáfora le otorga al discurso el deseo inconsciente o consciente de tatuar su mensaje en la mente del lector. Podemos constatar lo antes expuesto en muchos de sus discursos poéticos como por ejemplo Intermitencia permanente.

“tanto acerca el verso

como aleja la coartada;

tanto verso desechado

tanta sangre coagulada,

tanto verbo denegado

tanta carne ensangrentada

tanta ausencia escondida a flor de piel,

tanta piel anegada de obstinada distancia

tanto abismo entre cielos compartidos,

tantos átomos disfrazados de galaxias

tanta explosión astral por su partida

tanta implosión mortal por su llegada.

Como hemos visto en sus versos prevalece la brevedad, el tono menor, la oscilación entre las formas confesionales y testimoniales. Hay en su palabra un neobarroquismo que desemboca en un hedonismo conceptista. Como se puede observar en la “Trenza del tiempo”.

“El tiempo es una hebra de estopa

que trenza el olvido y el recuerdo

con el cordel con que se ata el fuego

que tiende un puente hacia esa luna

que se escapa tomada de otra mano,

destilando boronas de miel y grana;

que se desprende como un suspiro

y se fuga por la punta de los dedos;

un hilo con que trama la adorada araña

encendido como mecha de explosivos

que nos sostiene y nos permite volar

sobre las aguas de un mar convulso

y nos conduce a esa distante orilla

donde los milagros visten nuestra piel

y vuelan sin el vértigo de las consecuencias”.

Encontramos en esta poesía que predomina la metáfora de las circunstancias. No es optimista ni pesimista: es la verdad circunstancial del yo lírico pero es una poesía accesible, retante, que tiene entre sus palabras la gestión poética de las décadas del 80 y 90 puertorriqueñas y camina hacia el intimismo de la poesía posterior. El poeta ha trazado su propia ruta a través de un verso innovador.

Mediante los discursos poéticos que conforman el texto hay un concierto de temas que van desde la muerte:

“La extraña, la insoportable liviandad del ser

se invierte y sientes que tu alma se despega

de esa materia inerte que ya no te requiere”

hasta la concepción de la otra vida:

“El amanecer luce más claro. El cielo te abraza

con su azul más limpio, más diáfano, más terso

su imagen se traga a sí misma, llevándose sus

sombras, tus sombras, y sientes que eres dueño

de un espacio y un tiempo que te arrebataron,

que de aquí en adelante puede vivir lo eterno.

En la estructura el hablante lírico recurre a la intertextualidad porque esta sirve al propósito de dotar al texto de metáforas que poetizan la idea. Y, además, dan paso a otras posibilidades que regalan a la palabra infinitos significados que el lector puede darles respondiendo a los conceptos polifónicos de Mijail Bajtin y al principio intertextual de la lingüista Julia Kristeva:

“hoy arranqué tu adiós

del muro de los lamentos”.

Los versos del yo poeta son monólogo interior verbalizado, fluir de conciencia continua como vemos en el discurso poético “Tu silencio”:

“tu silencio tiene dos orillas:

una donde me recobro

de mis lentas travesías

por el Cabo de Hornos

de tus brazos;

la otra donde encallo

perdido y ciego

sin el astrolabio de tu boca

al no tenerte de noche

por no encontrarte de día”.

Mediante la palabra que irrumpe y desplaza y se repliega sobre viejas estructuras: descomponiéndolas, refrescándolas, reconstruyéndolas, surge un discurso nuevo. Ejemplo claro de lo expuesto son los dos discursos poéticos que aparecen a continuación: Pena con reminiscencias poéticas lorquianas o Tengo un tambor en el pecho en el que la repetición de sonidos, las anáforas nos remiten a la poesía palesiana.

“Pena”

“Pena, maldita pena

que hiende la madrugada

me despiertas con susurros

disfrazados con confianzas.

Te vistes de cercanías

te alimentas de distancias

trae olivos en las manos

y puñales a mi espalda”.

- - - - - - - - - - - -

Pena, penita pena

ya quítate la bufanda

que los vientos que tú soplas

tienen escarcha en las alas.

Pena, penita pena

no te acerques a mi sala”

“Tengo un tambor en el pecho”

Inventando sonidos que solo pueden escuchar

los que hablan el mismo lenguaje de los truenos.

En este universo poético del poeta abunda la descripción de mundos íntimos, oníricos, aislados y que tal vez, a veces, parecieran absurdos. Y es que la expresión de sus preferencias se instala en un espacio alterno al de la definición. Como poeta adelantado a las generaciones existentes no podemos señalar hablantes colectivos ni hay pretensión de ser una voz representativa. Su poesía se escribe desde la ausencia de una uniformidad estilística: versos breves se cuelan entre aquellos extensos que estructuran el discurso. La musicalidad de la palabra alada choca con el verbo cotidiano, los temas meta poéticos terminan en un profundo lirismo porque pueden levantarse en las puntas de los pies y asomarse sobre el muro de la ternura. El poemario posee amplitud de formas, multiplicidad de temas y lenguajes poéticos: amplia gama de influencias literarias. Como señalamos anteriormente 75 discursos poéticos que se distribuyen en seis partes: Ausencia de silencios, La ética de los deseos, Tatuaje de luna,Tiempo de borrasca, Las arbitrariedades del azar y Coda: Viaje en el tiempo. Todos estos discursos poéticos están conectados por un hilo conductor que es el amor visto desde diferentes ángulos, pero siempre como la fuerza motora: el ideal que el yo lírico necesita para superar las debilidades de la carne y el espíritu.

Gracias poeta por regalarnos su palabra creadora, por tatuar en nuestro sentir el verbo metaforizado capaz de crear un mundo nuevo.