En el marco de la puerta

Cultura

Llegaste y notaste rápidamente la diferencia entre los que tenían puesto el uniforme y los que no. Entraste al salón con expectativas, con nervios, con emoción; en fin, con mil sensaciones viajando a la misma vez por tu mente, por tu cuerpo. Es que no puedes explicar lo que sientes cuando hablas de literatura y estás con niños o con estudiantes; sin embargo, es algo así como una emoción intensa y un gran entusiasmo.

Empezaste a hablarles de Julia de Burgos y, mientras leías “Nada”, la sentiste. Sentiste una mirada; unos ojos hacia ti. Cuando giraste la cabeza hacia la izquierda, se cruzaron. Ahí estuviste; quizás cinco segundos. No entendías. Le dijiste: “Pasa, entra”. Te dijo: “No puedo”. Bajó la cabeza y se paró detrás de una ventana que tenía rejas. Entonces, entendiste.

Tuviste que hacer un gran esfuerzo por no llorar, por no gritar de rabia lo injusta y lo mierda que podía llegar a ser la vida para algunos. Tragaste, respiraste hondo y seguiste hablando, irónicamente, de la vida de Julia, quien también hacía algo parecido antes de entrar a la UHS. Allí fungías como maestra y no podías dejarlo entrar. A un niño. A un salón de clase. ¿Y él?, ese que pudiste haber sido tú, quien quiere traspasar la barrera, sentarse con los demás, dibujar, escuchar, participar, escribir, hablar, formar parte de…,  APRENDER. Fue terrible para ti; lo es para él. ¿Cómo devuelves esa mirada que te dice: “Quiero estudiar”?

Que sus papás no lo inscribieron en la escuela, te dijeron, y por eso no puede entrar. No sabes los motivos ni las circunstancias de los padres, más él estaba por ahí, en el patio de la escuela; castrado de alguna manera, anulado como sujeto por un sistema en el que impera la falta de accesos y la desigualdad. Y te re jode pensar en la palabra ‘sistema’ puesto que los sistemas se conforman de seres; algunos humanos; otros, supuestamente humanos.

Además, piensas en la paradoja de que en tu país la tasa de deserción escolar es alarmante. Lo viste y lo sentiste; que más que hambre por falta de comida, tenía sed y ganas de saber, de conocer, de que le enseñaran.

Esperas que haya escuchado algo, que se haya reído y que su día haya sido un poquito diferente. Ese día te enseñó tanto; él a ti.

Que se erradiquen las inaniciones de los marcos de las puertas. Ya es tiempo; es justo, es indispensable, es un deber, es un derecho.

Foto: Realidad BCS