El poeta Marcos Rodríguez Frese, uno de los fundadores del emblemático Grupo Guajana, falleció esta semana, el pasado 8 de abril. En diversos recitales tuve el privilegio de conocer en su propia voz la poesía de sus libros Todo el hombre y Árbol prohibido, ambos publicados durante principios de la década del 70. Aunque en las últimas décadas Rodríguez Frese estuvo reticente a llevar a la imprenta algún nuevo título, recientemente Los Libros de la Iguana sorprendió a los lectores con Redor, un poemario que reunía su obra escrita entre 1968 al 2005.
En Breves en la cartografía cultural, aquí en El Post Antillano, nos queremos unir al homenaje que los escritores del país están rindiendo estos momentos al poeta, por lo anterior publicamos en nuestro espacio dos poesías que los escritores puertorriqueños Marcos Reyes Dávila y Mario Antonio Rosa han circulado a través de las redes sociales en las pasadas horas.
Descance en paz amigo Marcos Rodríguez Frese.
*
por Marcos Reyes Dávila
El colibrí en una lágrima
“En la vida todo es ir
a lo que el tiempo deshace.”
J. A. Corretjer
Para Marcos Rodríguez Frese
Y de pronto
allá fuimos
Y la función se acaba
El colibrí en el aire
sin tener dónde posarse
sobre praderas de agua
Roto el cordón del ayer
los espejos y los puentes
Bodega anegada en nada
Todo quedó en el redor
de pura noche sin alba
Detenida en un por siempre
la palabra se enmudece
en boca de sus nostalgias
Sin muelles y sin mañana
es la hora oscura del polvo
del adiós y la polilla
Y en el océano
perlada
una lágrima perdida.
*
por el Poeta Marioantonio Rosa
RECADO A MARCOS RODRíGUEZ FRESE
Los poetas no saben morir,
lo hubieras dicho siempre en ese verano de guajanas
de pie en tu cántico de almas y corrientes,
lo hubieras dicho con el portal herrero y noble de tu voz
surcando el alba predilecta de los liberados,
estarías aquí mirándonos a los ojos, ajeno a la sombra,
vertical en tu sola brisa de muchedumbres,
es cierto, los poetas no saben morir, solo cambian de equipaje,
solo marchitan la piel de turno y luego brillan en nacimiento,
se van a caminar entre linajes del espejo,
al menos tú, poeta inmenso, hablas al celaje de las tórtolas
hablas en la simiente del sediento, riegas patria en tu iluminación,
al menos tú sabes recordar la memoria de los héroes,
y cierras las manos en una sombra de amor,
compañero, no sabes morir, te pierdes,
en la Oceanía de los árboles nuevos, y el asalto del día,
te pierdes en las calles vestidas de tus versos humanos,
y un rostro de mujer se imaginará en tus ojos,
o quizás un ángel de lluvia desnudo por tu paisaje,
yo no sé escribir tu despedida, no sé dedicarte abismos,
de modo que solo escribiré un corto silencio,
mientras abordas el vaso nuevo de tu vida,
pisando otra vez el cañaveral,
guajana de tu victoria
temblor de cielo.