“La seguridad constituye para nosotros la prioridad máxima”, escuché decir ayer a un funcionario de gobierno. Esa declaración, sin embargo, despertó mis recuerdos del pasado. Corrían los años 90 y mientras esperaba a que mi padre me recogiera después del colegio, atendía los titulares de las noticias. De repente, seguido de la palabra asesinato escuche, “las cosas han llegado al límite de nuestra paciencia”.