Un día el gato Milkha llegó maullando a la casa.
Se acercó muy cuidadoso y me invitó a acariciarlo.
Amo a los gatos y me di cuenta que a este minino
le hacía mucha falta comer, pues estaba muy flaco.
Solo tenía su piel y sus huesos y un poco de miedo…
Pobre Milkha, mi gato, porque él me adoptó.
Le dije que en casa nunca había leche porque
nací alérgica a ella y como si supiera, maulló con coraje.