(Nota Editorial: En el 1969, el afamado escritor y poeta puertorriqueño Pedro Pietri [21 de marzo de 1944 a 3 de marzo de 2004] leyó por primera vez en la ciudad de Nueva York. Ante la coyuntura actual por la cual atraviesa Puerto Rico, hemos decidido publicar este poema. Que cada lector y lectora, decida el mensaje que transmite el poema).They worked

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En el aeropuerto:

 

En mi infancia en la década de 1960, mi madre me llevaba al aeropuerto internacional de Carolina, a recoger o despachar a mis primos, tíos y tías, y familiares que vivían en la República Dominicana. Se trataba de un asunto complejo, pues y pese a tener los debidos papeles al día, siempre se tornaba en un sufrimiento.  Sobre todo, que mis familiares se sentían ofendidos y maltratados por la forma en que los agentes de inmigración federal los trataban.   Sobre todo que los acusaban de cosas extrañas como traer enfermedades contagiosas, o tener discapacidades mentales, o simplemente no tener sus papeles al día.

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Paz acababa de enterarse de los ataques a la ciudad Luz. Amaba esa ciudad. Tenía amigos en Francia, lejos de París, por supuesto. Sabía desde hace mucho tiempo atrás lo que sucedería; lo leyó en un famoso libro de profecías que con el paso del tiempo se desintegró. Allí estaba escrito, el ciclo de la violencia humana. Los atentados a la gran manzana con un par de años de diferencia, pero allí estaba.

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altHacia tiempo no la veía, ni la sentía.  Hoy al alba la sentí cerca.  Muy cerquita. No le hice caso.  Andaba tirada en la cama. Deseando disfrutar con ese amante el amanecer de dos cuerpos entre sabanas floridas. 

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El momento más sereno es en horas de la madrugada. Existe un silencio tranquilo. Los seres que habitan conmigo esta casa, duermen. Mi niño a veces llora. Si me despierta, lo busco para abrazarlo y lo traigo a mi cama. Aprieto su pequeño cuerpo al mío.

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altDuermo. Otra vez experimento esa pesadilla terrible. El caballo de madera gigante subrepticiamente entra cargado de seres infestados con viejos dogmas y dolamas. Peste moderna. Son fantasmas. Mi corazón acelera. Sudo. Los veo. Acechan la humanidad en clandestinaje.

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La colonia es un trauma que tenemos que ir superando los puertorriqueños. Para eso nada mejor que ponerse a régimen de orgullo patrio reforzado con buenas dosis de verdad. La mentira sale demasiado cara. Es tiempo muerto, desperdicio de oportunidades, estancamiento, descomposición social. Con el capital que los medios de comunicación locales, dirigidos desde afuera, derrochan en los tres platos de mentiras que nos sirven a diario en cualquier momento podríamos agenciarnos un País de Justicia y Equidad.

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