a Kianí y Yamil; a Ana Lydia Vega
0.0: Desde pequeño me ha gustado oficiar de arúspice y desarmar las muñecas y demás juguetes de mis hermanas y hermanos para descubrir las maravillas que guardan en su interior. Soy del campo, pero me recorto en la ciudad. Y por supuesto que hablo solo. (A veces necesito la opinión de un experto.) Así que, no es tarea fácil echarme alcoholado en los ojos. Es decir, que me metan las cabras en el corral o que me vendan gato por conejo. Por tanto, dejemos los cuentos de camino a un lado y agarremos al toro por la cornamenta. Desprovistos de adolescente ingenuidad, examinemos otra instancia de nuestra desventura cotidiana: un día más sobre la porquería.