A quienes se empeñan en atizarme la querencia;
a Michael, especialmente.
A Anjelamaría por haberlo dicho mejor.
Lo he dicho antes y me reafirmo, no creo que haya palabra más bonita en el idioma español que “querencia”. Mas no hablo aquí de la cualidad de “lo bonito” o de una “lindura” circunscrita a la eufonía, si bien el vocablo contiene una musicalidad inherente; anclada por esa ene que se hunde como ancla en la arena de lo que se quiere; quemante como esa cu inicial que hierra el deseo; clamorosa como ese diptongo final, -ia, sílaba al viento que rasga como grito de arte marcial, justo antes de la movida decisivamente final.