El perro, si es que así le podemos llamar a su nave espacial, lo llevó allí siguiendo el rastro de las momias. Urlo, como no encontraba epitafios ni encima, ni cerca de los sarcófagos, los consideró dioses y acercó su ojo arqueológico para conocerlos desde la memoria de sus células.
Sus colores eran significativos porque habían conseguido matar a un tal Diablo, y esta parecía ser la causa del privilegio para su descanso eterno entre las estrellas. Las momias comenzaban a revelarle que habían sido objeto de intentos de silencio tales como persecuciones y aislamientos, pero la condena a muerte después de la muerte por el exilio espacial era más segura, según las autoridades. La momia I-9R8-I-7 contenía múltiples cintillos de identificadores ajenos e integrados en su ADN cerebral. Por ejemplo, el de un hombre llamado Jacobo que destacaba por su insistente y amplia visión de un mundo sin dinero, sin usura, sin comercio. Urlo intentaba comprender estos conceptos muy ajenos a él, por lo que decidió dedicarle más tiempo de su visita al asteroide de las momias espaciales.
La reactivación racional alegaba que, como consecuencia del asesinato del Divisor, las autoridades se habían visto forzadas a actuar de dos maneras: Primero creando, a corto plazo, otros agentes mediáticos que los ayudaran a someter a los que dudaban de la inevitable posdecadencia del pensamiento humano; y, en segundo lugar, acelerando la construcción de mausoleos asteroidales para eliminar los de la faz de la Tierra ya que habían dejado al mundo con un Dios sin propósito aparente. El Uniestado invirtió dos lustros de su inteligencia militar para alejar toda posible réplica de ADN de los condenados. Los humanos estaban divididos en sus opiniones al respecto, pero la mayoría deseaba que se los expulsara del planeta.
La propagación de una estructura de evolución constante hacia la paz, con tecnolaberintos de espiralado crecimiento, había sido el generoso plan de los proscritos. Urlo percibió, entonces, que aquellas momias no eran dioses, sino seres cercanos a la música emergente del universo; personajes mesiánicos sin la capacidad de una resurrección; en fin, casos de anomalías dentro de un patrón genético estático; y, se las llevó consigo para su colección de mundos prescindibles, extraños, recusables.
Eva Laura